EMPEZARÉ diciendo que no resulta digerible una necesaria escolta policial a los miembros de Ciudadanos en la Marcha del Orgullo Gay, que lo que no es conforme para Colau tampoco lo ha de ser para Arrimadas, por mucho que los de Rivera se acerquen a la fiesta del Orgullo, Altsasu, Renteria o Ugao como el que monta un evento y luego se da dos besos de lo ideal que le ha quedado la fiesta. El medio justifica el fin de la formación naranja a tenor de sus informes internos y que no es otro que los titulares de impacto, prostituyendo como nadie los motivos que les hacen acercarse a determinados sitios bajo un único objetivo: montar su propia verbena. Porque, como ya sabíamos, Ciudadanos no vino a Euskadi en campaña electoral por las víctimas ni al Orgullo por el respeto al colectivo LGTBI, sino a amortizar sus shows. Los naranjas empiezan a ser ya una empresa de eventos, lo importante es el marketing y de ahí todo lo demás: sus réditos políticos y electorales. Como el niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro, el “yo, mi, me, conmigo” naranja descubre aviesos desplazamientos que nada tienen que ver con lo que dicen reivindicar en cada “bolo”. Es una pena de performances que manosean las causas bajo el objetivo de una efectiva publicidad para un partido que ya es una perversa y perfecta para sus fines, agencia de eventos ¿Quién es el energúmeno?