UNA extraña especie invade las capitales vascas. Son hordas de borrachos portando genitales de plástico en sus cabezas y lamparones de ron cola en sus camisetas liándola parda el fin de semana. Chicas y chicos que, ataviados de forma ridícula, deambulan por las calles emulando a los protas de Resacón en Las Vegas. Menudo empoderamiento cuando algunas son capaces de plantarse una diadema con un pene en la frente para terminar manoseando a un desconocido sudado. La panda de esquilmadores de ciudadanos que se inventa estos compromisos sociales tiene delito. Y surgen descerebrados, como los de un pub de Benidorm, que ofrecían personas con enanismo (acondroplasia) en alquiler: Wanna Rent a midget? Definitivamente, el tema se nos ha ido de las manos y todo suena al clin clin de pasar por caja. Ahora, las despedidas de soltero/a suponen una serie de gastos fijos que antes ni se contemplaban. Fiestas de tres días fuera de la ciudad, party preboda, comida posenlace... un no parar, oiga. Atrás quedaron aquellos tiempos en los que comprarse el traje era la mayor inversión. ¡Qué lejos aquellas listas de regalos que simplificaban tanto las cosas! Hoy, las webs de enlaces cifran el gasto medio de la despedida en 600 euros y el regalo de boda por persona en 300 euracos. Y citan Bilbao como la ciudad más cara para casarse. ¡Si mi wedding planner levantara la cabeza!

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