LA infancia es ese periodo de tiempo que cuando eres ya muy adulto te sirve para caminar entre recuerdos, un momento confuso, de iniciación y aprendizaje, y del que grabas para siempre el nombre de los amigos. De inocencia, despreocupación y, a veces, por fortuna, de olvido. Yo confío en que haya niños que no se crean que la caza sirve “para que los animalitos no se pongan enfermos”; que la derecha ideológica se fija en las “personas” y la izquierda en los “colectivos”; que las niñas tengan que “colocarse en el centro porque hay que ser caballeros”; o que los coches sean un tema del que preguntar solo a los chicos. Entre deslices de tinte machista, y comentarios con ese tono de hablar a un crío como si éste fuera tonto, se desenvolvió Pablo Casado en esos shows promocionales a los que los políticos se prestan por si arañan votos ante el despistado espectador. El problema de estos espacios es que ni los niños preguntan lo que quieren ni los políticos responden lo que querrían. Aunque uno de los menores puso al personaje en su sitio: “Franco era un dictador que robó y mató a la gente que no estaba a su favor”. Tras decir más que todo el PP en 40 años, el líder de ese partido se atrevió a cuestionarle con falsa ingenuidad: “¿Robó?”. A las criaturas de hoy es difícil tomarles el pelo y alguna hasta se preguntaría por qué Casado salió del internado tipo Harry Potter en el que dice que estudió. Él sí que dio muestras de vivir en una Arcadia imaginaria.

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