RECIÉN concluido el Carnaval se oye comentar a la gente del lugar que han visto a diferentes políticos disfrazados, con el fin de divertirse, antes de dar comienzo la campaña electoral. Empezando por los de casa. Iñigo Urkullu y Andoni Ortuzar adoptaron la imagen de presidente y entrenador de equipo de fútbol. Y tuvieron dónde elegir, porque el Alavés se mueve en puestos europeos, el Eibar se sostiene en la liga de los millonarios desde su humildad, mientras Real y Athletic tratan de no perder comba para disputar la próxima temporada tres competiciones y Osasuna sueña con subir a Primera para que Euskal Herria cuente con cinco equipos en la máxima categoría. Por la derecha se situó Santiago Abascal, embutido en un disfraz de Jesús Gil y Gil a lomos de su caballo Imperioso para limpiar el país de todo lo que no comulgue con sus ruedas de molino. Albert Rivera terminó mareado en su papel de veleta ciudadana. Un día apuntaba hacia aquí, al día siguiente hacia allá. A Pablo Casado le bastó con un bigote que ensombrecía su labio superior y que le asemejaba a su ídolo e ideólogo José María Aznar. ¿Y Pedro Sánchez? El todavía presidente español tuvo mucho donde elegir, según la visión ególatra que tiene de sí mismo. Comenzó siendo John F. Kennedy y terminó como Mahatma Gandhi. Eso sí, siempre un icono mundial. Lo que él se considera.

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