LOS billetes de 500 euros, los célebres binladen -ya saben, todo el mundo sabía que estaban ahí pero nadie los veía- dejan de emitirse. Han suspendido la producción todos los bancos centrales europeos menos dos -el alemán y el austriaco-, que lo harán en abril. La carta de pago de más valor de la zona euro no ha resistido la mala fama que acumula y su relación en el imaginario colectivo -y en la realidad- con el narcotráfico, el blanqueo de capitales y la evasión. Si tienen alguno, no sufran: seguirán siendo de curso legal hasta el infinito y más allá, pero no se emitirán más. Cómo lograron acumular tan mala fama se explica con algunos datos que al observador podrían parecerle relacionados con el peso de la economía sumergida en España, por poner el caso. No es que yo lo diga, pero si ustedes llegan a esa conclusión, no se la rebatiré. Aunque nadie los ve circulando habitualmente, suman unos 30.000 millones de euros en el Estado, como 6 de cada 10 que circulan en papel moneda. Aunque la economía española representaba el año pasado el 7,6% del PIB de la UE, circulaban en torno al 11% de los billetes de 500 euros. En plena burbuja inmobiliaria, justo al estallar la crisis financiera, uno de cada cuatro billetes de 500 euros que había en la UE estaban en el Estado, aunque el valor de la economía española no llegaba al 9% del europeo. No se emitirán más porque no afloran, pero seguirán estando ahí. Y eso da muy mal rollo. A los que no los catamos.