Vacaciones para especular
Embusteros camuflados. Mentirosos al descubierto. La doble vida de los farsantes. Un inabarcable pelotón de fuleros. Diputados deshonestos. Ministros indecentes. Comisionistas sin pudor. Una lacra demasiado hiriente para sostener el perfil democrático en un Estado absolutamente bipolar. Aquí, donde conviven extrañamente una esquizofrénica legislatura al socaire del hastío por una inestabilidad parlamentaria con un espectacular aumento del empleo en otro turístico verano desbordante. Una espectacular mejora esta que, sin embargo, ha tratado de buscarse sin demasiado éxito un hueco informativo de cierto brillo, pero relegada siempre por el espeluznante culebrón televisivo de saber quién custodia a los hijos de Juana Rivas.
La mentira contumaz ha arrastrado a la prometedora Noelia Núñez a su suicidio político. Esta inevitable flagelación por semejante patraña abre un desconsolador debate acusatorio sobre los méritos académicos de sus señorías en el inicio vacacional. Otra reyerta estéril que enfanga un poco más si cabe la disputa callejera entre los dos grandes partidos, aquejados de males semejantes. Tal vez un argumento ramplón para ocultar esa necesaria discusión racional sobre cuál deberían ser los ratios mínimos exigibles en los escaños en cuestión de valía, ética y responsabilidad. Un país que tuvo de ministro del Interior a un electricista orgulloso de su profesión sin rasgarse las vestiduras sufre, 37 años después, un denostado brote de clasismo. Nada más patético que asistir ahora a la urgente adaptación de muchos currículos.
Así se asiste a un nuevo sainete en torno al rosario de mutuas descalificaciones generadas para proyectar un miserable empate a desvergüenzas. Las odiosas comparaciones entre las maldades de Montoro y Ábalos, entre los engaños curriculares de Núñez y Pilar Bernabé o, incluso, entre el músculo intervencionista de los lobistas de cada bando. Un retrato actualizado del nivel rastrero de la política española. El paradigma también de un contexto institucional irrespirable por su proceso de degeneración durante varias décadas.
Esta tormenta en el vaso de agua de los méritos académicos desvía la atención sobre auténticos asuntos mollares. Sirva de referencia la politizada oposición para derrotar el decreto ley contra los apagones. Solo queda en la retina la imagen del Gobierno mordiendo el polvo. No hay espacio ni voluntad para interpretar el alcance económico y medioambiental de la bofetada. En medio de la incruenta pelea dialéctica, ya solo vale la carnaza del enfrentamiento y las palabras gruesas, esas que alientan cada minuto las redes sociales y los medios más alineados irresponsablemente con las respectivas trincheras. Vía libre a las especulaciones, el caldo de cultivo permanente que, por supuesto, seguirá en otoño.
Así se llega al paréntesis vacacional. Tampoco, al abrazar este período de supuesto descanso, el Gobierno se desangra como imaginaban y deseaban la derecha, la UCO, los medios y tres cuartas partes del Ibex. Aunque siempre permanece al acecho de otro posible golpe bajo desde las gargantas profundas de De Aldama y de Koldo, Sánchez se siente asistido, de momento, con las inestimables bombas de oxígeno que le aportan las tropelías de Montoro y su séquito de camisas blancas. Incluso, hasta le complace conocer el devenir judicial del novio de Ayuso, cada vez más cerca del banquillo. Y, por supuesto, el audio que aparta a su mujer de las ayudas a Air Europa. Razones suficientes para que se ufanen en decir que “ni tan mal”.
Por encima de lecturas interesadas, toda ayuda será necesaria para que Sánchez conserve la mayoría de investidura. Por eso la guerra fratricida en la supuesta izquierda regeneradora aterra tanto en las proyecciones electorales del PSOE. Las cuentas no salen en medio del triángulo tóxico y el actual estado de odio entre Podemos y Sumar. Es por ello que Gabriel Rufián, en principio sin demasiado eco, se ha echado al ruedo con una angustiosa apelación ¿personal? a la unidad plurinacional que sea entendida como un imprescindible antídoto para contener la muy previsible llegada del PP al poder. La propuesta guarda muchas similitudes con los propósitos que viene tramando Pablo Iglesias entre bambalinas desde hace algunos meses y que, en principio, solo gusta en IU. Eso sí, ambas iniciativas coinciden sobremanera en la palmaria desnaturalización del proyecto de Yolanda Díaz. A partir de ahí quedaría otro rosario de especulaciones. El mal de altura de la política española.