Conmoción. Ha caído el capataz de Ferraz por malhechor. El negociador con Puigdemont. La argamasa del pacto en Nafarroa. El brazado armado de la ortodoxia sanchista. Le acusan con indicios vergonzantes de facineroso empedernido. Ahora, cuando se quema en la hoguera por cuatrero, a su alrededor solo se respira repugnancia, abatimiento e inquietud. Pero en la víspera, todos ponían la mano en el fuego por su inocencia. Hasta un circunspecto Pedro Sánchez, que lo situó siempre dentro de su guardia pretoriana, que le confió tantas conspiraciones y que le encargó fumigar la disidencia en el PSOE, admite que nunca sospechó semejante ruindad. Ni siquiera María Chivite durante tantos años de convivencia política. Santos Cerdán, el embaucador, ha engañado a todos. Eso sí, menos a Koldo, Ábalos y Aldama. Un cuarteto de delincuentes desconfiados, aunque ávidos del dinero fácil.
Salvo el presidente del Gobierno y sus ministros más palmeros, el resto de la clase política -especialmente de derechas-, de la periodística próxima al PP y a Ayuso y de todas las cloacas sabían con demasiada antelación que Cerdán iba a caer con estruendo. Los mismos curiosamente que se deleitaban corriendo la voz de que estaba al caer el procesamiento del fiscal general. Entre tanto ruido y tantas gargantas profundas, sorprendentemente el eco de semejante tsunami que se avecinaba nunca llegó a La Moncloa, según aseguran los afectados por el volcán. Aunque, eso sí, para algunos observadores revirados no pasó desapercibida la peineta que con toda intención Sánchez hizo al depredador navarro en las escaleras del Congreso un día antes de proceder a su ajusticiamiento. Como si fuera un presagio y la sentencia estuviera echada.
En la central socialista ya huele demasiado a corrupción. En una cruel comparación entre sinvergüenzas y delincuentes, el PP ha dejado el listón muy alto. Sin embargo, el PSOE le empieza a pisar los talones. En su común desfachatez, los dos grandes partidos coinciden en sorprenderse siempre de tanta maleza acumulada. Además, ocurre que nadie ve crecer la hierba putrefacta. En cualquier empresa privada, Sánchez hubiera sido despedido como primer ejecutivo por no detectar siquiera una mínima irregularidad en el peón de máxima confianza de su equipo directivo durante más de un quinquenio. Ni siquiera tuvo la más mínima curiosidad cuando Ábalos señalaba con despecho intencionado a Cerdán mientras sufría el escarnio por la retransmisión interminable de sus tropelías en connivencia con Koldo y Aldama. Por aquel entonces, la UCO ya sabía quiénes componían la banda de las mordidas de Fomento. Al parecer, Sánchez no.
El estrépito que provocan tantas descaradas fechorías de estos impúdicos malhechores no desencadenará paradójicamente tormenta política alguna. La legislatura de la esterilidad parlamentaria seguirá viva entre desencuentros sonoros, algarabías múltiples y férreos atrincheramientos. La razón hay que buscarla en la existencia de Vox y en el extendido desasosiego que causa este desbocado PP. En el actual contexto de inestabilidad y judicialización permanentes, una derecha serena, propositiva y sin ánimo revanchista haría caer a plomo y sin dilación al actual gobierno. No ocurrirá a pesar de la clamorosa infamia cometida por demasiados socialistas de baja estofa, que su compañero jefe se ha sacudido con un simple perdóndel.
Quienes secundaron la investidura de Sánchez tienen tanto miedo al cambio que hasta 2027 prefieren taparse la nariz. Si tras conocer el estremecedor informe de la UCO está descartado el adelanto electoral -otra cosa es que coincidan con las andaluzas de 2026-, no hay consuelo posible para aplacar la impotencia y amargura que siente Feijóo.
EL PP GRITA EN SOLEDAD
En Génova deberían corregir la brújula de su singladura. Mientras les asiste la razón al clamar contra la depravación del actual socialismo y la querencia al poder del acorralado Sánchez, son incapaces de cautivar nuevas adhesiones. Peor aún, las ahuyentan.
Es deplorable que el presidente del PP vaya a apoyar a Mazón. Este respaldo supone una daga que se clava en el sufrimiento latente de las víctimas de la dana y en la misma honradez. Solo un asesor socialista pudo recomendarle este guiño.
Es inaceptable que el forofo ayusista Alfonso Serrano golpee con verborrea chulesca en el Senado la diversidad lingüística de un Estado autonómico sin que nadie de su partido lo desautorice. Son tiros en el pie para la búsqueda de apoyos en un futuro inmediato de cara a una alternativa necesitada del rigor democrático y de la imprescindible convivencia entre diferentes. Vaya, que Sánchez sigue.