El PP está enfurruñado con el PNV, ¿quién lo desenfurruñará? El desenfurruñador que lo desenfurruñe buen desenfurruñador será. Aunque, en realidad, yo no perdería el tiempo tratando de rebajar el nivel de sulfuro de los genoveses con los jeltzales. Primero, porque soy más partidario de dejar a los que se pican que se metan entre pecho y espalda toda la cosecha de ajos de Corella. Y segundo, porque esta rabieta infantiloide de los de Feijóo contra los de Sabin Etxea no es más que una mezcla de frustración propia, cortina de humo para desviar la atención de la sucesión infinita de fiascos en que han incurrido y unas gotas de rencor rancio. Pasarán mil años y el PP seguirá sin perdonar al PNV que sus votos mandaran a casa a Mariano Rajoy en 2018. Aunque quizá ahora mismo el mayor motivo de despecho sean las calabazas más recientes. Las primeras, nada más consumarse la amarga e inútil victoria del 23 de julio de 2023, cuando Ortuzar despachó con una negativa por guasap la psicodélica e insistente requisitoria de Feijóo de unir los cinco votos del Grupo vasco a una quimérica mayoría que incluía a Vox y Junts. Cualquiera con dos dedos de frente política tendría claro la imposibilidad de que prospere semejante cóctel ideológico. Sin embargo, el insistente gallego y la banda de chiripitifláuticos que le ríen las gracias (hasta que lo fulminen como a Casado) volvieron a salir con la vaina de la moción de censura Frankenstein contra Sánchez. Esta vez la respuesta del PNV fue estentórea y con cajas destempladas: no, no y no. Lo último que se le podía ocurrir a un partido centrado en un exigente proceso interno era embarcarse en una delirante operación junto a los abascálidos para tumbar un Gobierno al que, mal que bien, se le han arrancado un buen puñado de cuestiones de peso para nuestro país. Ese rechazo fue el detonante del tontiloco festival de exabruptos y demasías del PP hacia los jeltzales de los últimos días. Otra enorme torpeza. No aprenden.
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