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En confianza

Javier Vizcaíno

Juez Carretero, trato indigno

Guardamos todos en la memoria la sentencia que justificaba una violación porque la víctima llevaba una minifalda. O, más cerca, la interpelación de una jueza de Gasteiz a una víctima sobre si había apretado bien las piernas para evitar ser forzada o el comentario infecto de uno de los magistrados del caso de La Manada que solo apreciaba “un ambiente de jolgorio y regocijo” en las imágenes de la violación múltiple. A ese terrorífico catálogo de indecencias togadas se unió la semana pasada el casposo interrogatorio al que el juez Adolfo Carretero sometió a Elisa Mouliaá, la actriz que ha denunciado a Iñigo Errejón por agresión sexual. De entrada, clama al cielo que la palabra que hay que utilizar sea esa, interrogatorio, y no toma de declaración o de testimonio. El matiz es importante porque, a la vista de la actuación de su señoría, cabía pensar que el propósito era demostrar que se trataba de una denuncia falsa. Sin la menor empatía –peor: sin el menor respeto– y en un tono chulesco y agresivo, Carretero preguntó a Mouliaá durante cuánto tiempo estuvo Errejón “chupándole las tetas” o “tocándole el culo”. En otro momento, la interpeló sobre el motivo por el que el denunciado “se sacó el miembro viril”. “¿Para qué? No lo entiendo”, le espetó. Y aún siguió poniendo en duda su versión interrumpiendo el testimonio con expresiones como “¡Pero vamos a ver, señora!”. Y son solo unas pocas muestras de un trato indigno en cualquier escenario, pero más si cabe en sede judicial. Si añadimos el hecho de que, conforme a la costumbre cada vez más extendida, las imágenes fueron filtradas y se viralizaron, nos encontramos con que el daño infligido no es solo a una persona en concreto (que ya es inadmisible) sino a todos los esfuerzos que se hacen para que las víctimas de agresiones machistas acudan a denunciarlas. Lo tremendo es que más de un colega de Carretero quite hierro a sus métodos tabernarios dejándolos en un modo “incisivo” de llegar a la verdad. Asco.