Comentaba hace unos días aquí mismo que es muy buen síntoma que el preacuerdo entre PNV y PSE para reeditar el gobierno de coalición recoja el compromiso de renovar el pacto estatutario en esta legislatura. Por añadidura, suena muy bien que se haga alusión al consenso en las instituciones propias y las cortes españolas, paso previo al refrendo del pueblo vasco. Ese punto del documento, como otros, es la traslación literal de lo que se recoge en el acuerdo para facilitar la investidura de Pedro Sánchez que PNV y PSOE alcanzaron en noviembre del año pasado. Lástima que no haya una adaptación de la siguiente frase de la hoja de ruta que firmaron el secretario general del PSOE y el presidente del Euzkadi Buru Batzar, la que alude al reconocimiento nacional de Euskadi como “ámbito para el diálogo y la negociación entre ambos partidos”. Es curioso que Ferraz y Moncloa, aunque sea por pura necesidad, sean más abiertos de mente respecto a la plurinacionalidad del Estado que la sucursal vasca del partido, donde la materia sigue siendo un tabú.

Ahí está la razón de la redacción ambigua y de la elipsis de la cuestión nacional. Esa formulación le está dando pie al secretario general de los socialistas vascos, Eneko Andueza, para presentar al PSE como garante de que no habrá lo que él llama “aventuras soberanistas”. Supongo que eso forma parte del argumentario, pero responde a un análisis que, además de haberse quedado desfasado incluso respecto a su partido, no se ajusta a la realidad que se ha vivido en este país, por lo menos, en los últimos 20 años. Se trata, por lo demás, de una exageración innecesaria, cuando la ciudadanía vasca en su conjunto, independientemente de su ideología, vive este asunto sin mayores aspavientos. Solo en los extremos se busca embarrar el patio. En el cauce central, si se quiere, se podrá lograr un gran consenso para renovar un estatuto agotado… además de incumplido.