NO es, desde luego, una de esas noticias que lleguen al gran público. Por lo mismo, tampoco una información de las de parar las rotativas en la jerga antigua de mi oficio o una break news, según la denominación actual. Sin embargo, sí tiene su puntito de interés para los que desentrañamos (o tratamos de hacerlo) las tripas del pollo de la política vasca que, como saben, acaba de estrenar legislatura y está a la puertas de confirmar a su inminente lehendakari y de conocer un gobierno que intuimos renovado del punto a la cruz.

Fue en este contexto de prolegómenos, en el que anteayer se conoció que EH Bildu había enviado a la Mesa de la cámara un escrito en el que designaba portavoz de la formación soberanista a Pello Otxandiano. Al tener conocimiento del sorpresivo hecho, la mayoría de cronistas del parlamento (excluyo al que ya estaba sobreaviso), que acumulan escamas de galápago y sabiduría para llenar varias enciclopedias fruncieron el ceño y se llevaron el dedo a la nariz. Efectivamente, les olía muy raro que, apenas unos días después de que los liderados por Otegi hubieran requeteconfirmado a Nerea Kortajarena como portavoz de su grupo –¡leñe, que así habían justificado que no fuera, como se esperaba, candidata a lehendakari!– se produjera este cambio de acera de las caderas soberanistas para entronizar a Otxandiano como portavoz oficial. El tufo a chamusquina se confirmó cuando, quienes fuimos informando de la yenka empezamos a recibir no muy amistosas reconvenciones (hay costumbres que no cambian) para contarnos que se trataba de “un cambio formal pero sin efectos prácticos”. Y resulta que, en vez de haberlo hecho hace días, como todos y cada uno de los grupos, esperan a anteayer y medio de tapadillo a ver si nadie se entera. Como si no lleváramos un par de semanas con el clamor general que sostiene que sus mayores no se fían de Otxandiano cuando se trata de comunicar mensajes de calado.