Les prometo que me había hecho el propósito de dejar pasar unos días antes de volver a escribir sobre las 26 toneladas de bolitas de plástico vertidas cerca de las costas gallegas por un carguero con bandera de Liberia fletado por la multinacional danesa Maersk. Sin embargo, he cambiado de idea al ver la imagen de la vicepresidenta segunda del Gobierno español, ministra de Trabajo y, sobre todo, lideresa de la plataforma gauche divine llamada Sumar, Yolanda Díaz, haciendo como que ayudaba a recoger los dichosos pellets en una playa de la localidad coruñesa de A Pobra do Caramiñal. Menudo sofoco producía verla tamizando la arena como si fuera una buscadora de oro, con una bolsa de Mercadona -se lo juro- a la izquierda de la instantánea. Ni adrede se podría haber compuesto una fotografía tan cutre. Imposible, no acordarse de la frase atribuida al gran cínico Josep Tarradellas: “En política se puede hacer de todo, menos el ridículo”.

Y es verdad, como me dijo alguien cuando expresé en la red social X mi sensación de bochorno, que guardamos en nuestra retina imágenes tan o más patéticas, como la de Feijóo con mocasines apagando un incendio forestal o la de Sánchez simulando que recogía cenizas del volcán de La Palma. ¿Dónde diablos están los gurús en comunicación política cuando se los necesita?

La pregunta es retórica. La triste realidad es que los fieles tragan con lo que sea que se ajuste a su entreguismo sumiso y a las consignillas de todo a un euro de sus pastores ideológicos, que esta vez consisten en aprovechar un problemón medioambiental del carajo de vela para vender una mercancía tan averiada como la de las peperas autoridades gallegas que, después de tratar de ocultar el marrón, tienen el cuajo de culpar al gobierno español del desastre. Al final, unos y otros son, qué pena, tales para cuales.