HAY noticias que resultan difícilmente creíbles, incluso en medio de un ambiente enrarecido a la enésima potencia como el que estamos padeciendo. Así, cuando leí que Tomás Rodríguez, el miembro del PSN que, según se anunció, iba a sustituir en el consistorio de Iruñea a la hoy ministra de Seguridad Social, Elma Saiz, finalmente había decidido no asumir el cargo, pensé que, sin más, se trataba del fruto de una reflexión personal. Y cuando escuché que la renuncia casi in extremis se debía a los señalamientos y presiones que había recibido por parte de los dirigentes UPN, lo tomé por un bulo. Guiado por lo que contaban los diarios del Grupo Noticias, tuve que acudir a la cuenta del PSN en la red social X para confirmar que, efectivamente, los socialistas navarros acusan directamente al regionalismo montaraz de haber provocado el paso atrás del que iba a ser su quinto edil. He aquí el entrecomillado: “Los señalamientos y ataques constantes de UPN e Ibarrola han provocado que Tomás Rodríguez no tome posesión como concejal en Pamplona”.

Luego, otros dirigentes del partido que lidera María Chivite repetían la misma idea y, por encima de todo, lamentaban que, a estas alturas del calendario, se sigan produciendo este tipo de situaciones. Decía, por ejemplo, el senador Javier Remírez que creía que ya se podía ejercer el derecho a la libre participación política por la que tanto se había luchado, pero que con estos acontecimientos había comprobado que no es así. Es una reflexión demoledora porque nos sitúa, efectivamente, ante una realidad que creíamos superada. Con una circunstancia añadida que resulta especialmente triste: prácticamente desde su fundación, UPN ha sufrido un acoso sin cuartel por parte de quienes no toleran sus ideas. Es inconcebible que hoy se adopten actitudes de señalamiento desde sus filas y por parte de sus principales dirigentes.