¡Menudo día!

– 7 de julio, jamás hubiéramos imaginado un comienzo de campaña electoral en fecha tan señalada. Pero podremos contar a nuestros nietos que en el año 2023 coincidió el día grande de Sanfermines con la apertura de la veda del voto porque un presidente del gobierno español aventurero decidió marcarse un todo o nada, aunque fuera a costa de que la topicuda fiesta de la democracia se celebrase en medio de la canícula.

Feijóo, su peor enemigo

– La cuestión es que, de momento, no parece que la jugada le esté saliendo mal del todo. En las seis semanas que han pasado desde el órdago, la que parecía distancia insalvabable con su principal adversario se ha ido reduciendo a ritmo frenético. Hasta las encuestas de los medios que le hacen cucamonas a Alberto Núñez Feijóo empiezan a reconocer que hay motivos para el tembleque de rodillas. Resulta descuajeringante que el vilipendiado (también por mí, ojo) CIS -de- Tezanos haya venido a decir lo mismo que muchos de los sondeos de la diestra. A saber, que el PP ganará los comicios, pero que muy probablemente se quedará con un palmo de narices, pues la motejada suma Frankenstein superará en escaños a los genoveses, tengan o no el apoyo de Vox. Y servidor, que concede la credibilidad justa a los sondeos, encuentra el argumento de lo más razonable. Desde el abrupto anuncio de la convocatoria electoral, el líder del PP y su barones locales no han dejado de meter la pata. Feijóo se está mostrando como el peor enemigo de Feijóo.

Lo malo y lo peor

– Ya, pero, a nosotros, en Euskal Herria, ¿qué diablos nos importa la gran pelea de los dos gallos del viejo pero cada vez más redivivo bipartidismo? Me encantaría contestar con un allá cuidaos, pero, por desgracia, nuestra campaña va a verse salvajemente contaminada por el duelo polarizado entre lo menos malo (PSOE más fuerzas progresistas) y lo peor (PP con la necesidad de un Vox que, como hemos visto en los pactos regionales, apuesta por la caspa).

Desmarque

– El resumen y corolario, a pesar de todos los pesares, es que en nuestro terruño debemos apostar por el desmarque de los polos y mantener, contra viento y marea, el perfil y la agenda que nos son propios. Hacer algo diferente sería caer en una trampa que, en función de los caprichos aritméticos, podría convertirnos en irrelevantes en la próxima legislatura. También es verdad que ese es el temor que nos ha invadido en las elecciones generales que soy capaz de recordar. Y, alguna mayoría absoluta aparte, no se ha cumplido.