COMO se dice una cosa, se dice la otra. Y es digno de elogio que Arnaldo Otegi haya reconocido sin ambages que la coalición que lidera se equivocó al difundir un vídeo en el que asimilaba al PNV con el fascismo. “Es un tremendo error comparar al PNV con PP y Vox”, dijo en una entrevista en Euskal Telebista. Por si quedaba alguna duda, añadió que los jeltzales tenían acreditado haber luchado contra el fascismo. Ya digo, impecable, salvo por el no pequeño detalle de haber dejado pasar una semana antes de hacer público el mea culpa. Vivimos en los tiempos de la inmediatez y lo natural, una vez detectada la pasada de frenada y la ofensa que habían sentido muchas personas –no solo los dirigentes de Sabin Etxea– era haber zanjado el asunto sin mayor dilación.

Por lo demás, esta confesión (insisto, muy loable) deja en evidencia a quienes han resultado literalmente más papistas que el papa. Por poner el ejemplo que tengo más cerca, cuando yo mismo denuncié la injusticia de lo que se espolvoreaba en el vídeo, recibí dos tipos de respuestas biliosas. La primera, que mentía, puesto que el spot no decía lo que este humilde opinatero había entendido. La segunda, más habitual y expresada en términos muchas veces irrepoducibles, sostenía que el PNV era un partido fascista y sanseacabó. Ahora unos y otros han quedado retratados, cuando ha sido el propio líder soberanista el que ha admitido la metedura de pata. Y al final es con eso con lo que me voy a quedar por infrecuente: aunque sea tarde, un político pide excusas por algo que no debería haber hecho. Ojalá cunda el ejemplo en lo que nos queda hasta el 23 de julio.