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La vuelta de Javier Vizcaino En confianza

Javier Vizcaíno

La falsa denuncia de la corrupción

YA le ha costado al Tribunal Supremo español evacuar su sentencia sobre el que, se pongan como se pongan cavernarios y contracavernarios retroalimentados del terruño, se llama caso Miñano. Y no, tampoco era el mayor escándalo de corrupción del PNV, porque si hay algo que ha vuelto a quedar claro, igual que en el fallo original, es que la formación jeltzale no ha tenido ni arte ni parte en las mangonerías de Txitxo De Miguel y allegados en el pille. Ni un pajolero euro fue a Sabin Etxea. Así que, versionando la célebre frase del recientemente fallecido Nicolás Redondo Urbieta, los que sostienen contra viento y marea lo contrario mienten y lo saben.

No voy a repetir lo que ya han podido leer en el editorial de este diario, que suscribo del punto a la cruz. Sí quiero señalar, sin embargo, el gran aprendizaje de este pésimo serial por entregas que dura ya un decenio largo. La denuncia de la corrupción política no atiende a principios éticos. Es solo una herramienta más en la brega partidista. Y si hace falta, como estamos viendo, se retuercen los hechos y se pisotea la verdad con declaraciones de chuntachunta para buscar titulares de aluvión. Y lo brutalmente revelador es que coincidan en la misma acometida siglas y terminales mediáticas teóricamente contrapuestas, cuando no directamente irreconciliables. Todo, ocultando sistemáticamente el dato fundamental: desde el minuto uno, el Capo di capi De Miguel fue desposeído de su cargo de diputado foral por el inolvidable diputado general Xabier Agirre y se le exigió la devolución del carné del partido. Nómbrenme una actuación igual de contundente.