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La vuelta de Javier Vizcaino En confianza

Javier Vizcaíno

Blanquear también a Messi

EL Mundial no ha servido solo para blanquear, previo cobro de un pastizal, esa apisonadora para los Derechos Humanos que es la dictadura catarí. En el mismo lote ha venido, conjunta e inseparablemente, el abrillantado hasta la náusea del ser humano manifiestamente mejorable que atiende por Lionel Messi. Sí, no seré yo quien lo niegue: el individuo es la releche en verso manejando un balón, en tonta disputa histórica con su compatriota Maradona, otro inmenso tipejo que le daba de cine a la pelota y al que, por eso mismo, se le perdonaron sus mil y un comportamientos intolerables. Pero, más allá de sus extraordinarias habilidades en el césped, a nadie se le debe escapar que estamos ante un defraudador confeso y sentenciado que no fue a la cárcel solo porque la Hacienda española le cambalacheó la pena por unas decenas de miles de euros. Lo que ingresa en menos de un día; a ver a qué ciudadano corriente y moliente le dan una facilidad similar para librarse del trullo.

Se añade a su pufo fiscal, y para mí en una escala similar de gravedad, su egolatría estratosférica, el humillante trato a los compañeros de equipo que le son antipáticos, sus maneras dictadorzuelas en el vestuario y en los despachos, su mal perder y, como se vio el otro día tras el partido frente a Croacia, su peor ganar, menospreciando groseramente a los rivales. Como escribí ayer mismo, el fútbol es un gran desenmascarador de hipócritas. Qué bárbara vergüenza ajena (aunque no sorpresa) ha sido para mí ver a los más progres, castos y puros del lugar babeando y poniéndose a los pies de quien encarna como nadie los valores que tanto dicen odiar.