Un avance

– A partir de 2023, la mitad de las personas que trabajan por cuenta propia cotizarán menos a la Seguridad Social. Eso es lo que leo en varios medios y, aunque no coincide del todo con la realidad a mi alrededor, me lo creo. De igual modo, poco puedo decir de la nueva legislación que entrará en vigor el próximo año, cuando veo que las principales organizaciones de autoempleados y empleadores en pequeña y mediana escala han manifestado su satisfacción por el acuerdo alcanzado con el ministerio de Trabajo del Gobierno español. Pero quizá merezca la pena reflexionar sobre el porqué de la celebración. Ojalá fuera porque se ha alcanzado una situación justa. Qué va. La sensación de mejora atiende a algo tan triste como oculto al común de los mortales con nómina por cuenta ajena y a sus respectivos representantes sindicales. La situación de partida es tan mala, que cualquier migaja supone un motivo de celebración. La realidad es que esto que se ha conseguido y por lo que tantas albricias se cacarean sigue siendo una chufa en comparación con los convenios más ramplones y cicateros para los asalariados.

Comparaciones muy odiosas

– Sí, porque aunque cueste verlo, una muy buena parte de los autónomos y las autónomas viven en la precariedad, raspando malamente mil euros de ingresos mensuales. Por supuesto, sin pagas extra (ni prorrateadas ni no prorrateadas), sin mes de vacaciones, sin tope de horas semanales y con unas prestaciones en caso de baja absolutamente ridículas. En cuanto al derecho a paro, que fue uno de los últimos logros, las condiciones y las cuantías siguen a años luz de las reconocidas para los sujetos a una nómina, incluso a una muy rácana.

¿Progresividad?

– En esas circunstancias, el sistema de cotización que ahora cambiará impelía a escoger siempre la cuota más baja, lo que se traducía en drama a la hora de la jubilación. En lo sucesivo, se cotizará en función de los ingresos reales declarados. Era una vieja demanda –no de todos, ojo– y, a primera vista, parece que es un sistema más justo. Las dudas surgen, sin embargo, al mirar las tablas de cotización. O yo soy muy obtuso, o la progresividad y lo del “que paguen más los que más ganen” es bastante cuestionable. Como subrayaba el otro día el doctor en estudios de Desarrollo Julen Bollain en su cuenta de Twitter, resulta que quienes ganan 600 euros devengarán 200 a la Seguridad Social, es decir, el 33% de sus ingresos. En el otro extremo, los que facturan 6.000 euros, tienen una cuota de 590, que no llega ni al 10%. Y con todo, parece que hay que darse con un canto en los dientes. l