Aquellas personas que están en edad de crecer requieren ayudas y apoyos para que también crezcan, al compás que su cuerpo y de sus entendederas, sus derechos. Es lo que viene a decir la Estrategia de Garantía Infantil de Euskadi 2030, con el empeño fijo de desbrozar el camino y los más jóvenes se abran paso a la vida. No en vano, cada niño es un universo en potencia.

En un rincón del mundo, donde los sueños aún no han sido aplastados por la rutina, infantes y adolescentes miran al horizonte con ojos llenos de esperanza. Sin embargo, en este vasto escenario de la vida, muchos de ellos se encuentran atrapados en un laberinto de oportunidades perdidas, donde sus derechos son a menudo un eco lejano, un susurro ahogado por el ruido de la indiferencia.

Los derechos de la infancia y la adolescencia no son solo palabras en un papel; son la esencia misma de un futuro que se construye día a día. Cada niño que ríe, cada adolescente que sueña, tiene el derecho inalienable de forjar su propio camino, de trazar su proyecto de vida. Pero, ¿qué sucede cuando ese derecho se ve truncado por la pobreza, la violencia o la falta de acceso a la educación? La realidad se convierte en una sombra que oscurece sus anhelos. Es ahí donde quieren levantarse las trincheras para que los ejércitos del mal no ataquen a las tropas del vivir con soltura.

Parece que han venido con semillas a plantar los esquejes de un árbol que dé buenos frutos para la vida. Es un idea tan hermosa como necesaria. Es necesario abonar un entorno donde la sonrisa de un niño sea una norma, no un lujo. Las oportunidades son como semillas que, si se siembran en tierra fértil, florecen en maravillas. Pero cuando el suelo es árido, cuando las condiciones son adversas, esos granos se marchitan antes de germinar. La educación, la salud, el amor y la protección son los nutrientes esenciales que cada niño y adolescente necesita para crecer. Sin ellos, sus proyectos de vida se convierten en castillos de arena, vulnerables a la marea de la adversidad.

¡Venga, vamos allá! Es imperativo que como sociedad abramos los ojos y los corazones. Debemos ser los guardianes de esos sueños, los arquitectos de un mundo donde cada niño y adolescente tenga la oportunidad de brillar. No se trata solo de garantizar derechos; se trata de crear un entorno donde esos derechos se vivan y se sientan.