En los albores de este verano que poco a poco apaga sus luces se supo la noticia: daban licencia para las obras de las tiendas adosadas a la Catedral de Bilbao. En aquellos días escuché la historia, creo que ya se la conté, de que era concesiones medievales, una forma de pagar a unas mujeres que hacían algo más que la corte a los presbíteros y clero en general de la entonces iglesia de Santiago. A estas mujeres el pueblo llano, siempre tan puntilloso, ya saben, les denominaba las marranas. Hoy la noticia es que ya comienzan las obras. Lo sabe bien la calle: septiembre es el mes de los cambios. Las propiedades, supongo, serán otras.

Como también lo son las de la antaño casa palacio de Allende Salazar, emblemático edificio bilbaino en la encrucijada de las calles Correo y Víctor y que durante tanto tiempo fue el hogar de la tienda de tejidos de Rafael Matías y su gente. Como ya se sabe Room007 va a instalar un hotel de cuatro estrellas que impulsará la recuperación de un local boutique en pleno corazón de la zona histórica. Ayer pasé por allí. Han quitado los andamios y en los aleros relucen de nuevo las pinturas de plantas y flores de antaño. Una preciosidad.

El asunto de las tiendas es otro. No poseen una protección histórica -si fuese realidad la historia marranesca no me extraña....- y pueden ser derribadas por completo para proceder a la limpieza del templo, ennegrecido en ese ábside exterior merced al carbón del paso del tiempo. Luego se levantarán de nuevo los comercios, si así se desea. Con otra claridad, supongo. Con otra luz. 

Ya ven, son otros tiempos. Todo cambia, todo se agita, todo se mueve. El querido Casco Viejo, herido en mil y un batallas y conquistado por las hordas del turismo, busca sus reparaciones. Lo que para alguien como quien esto escribe es preocupante es que existe un peligro: que como sigan las caídas y las aperturas acabaremos llamándole el Casco Nuevo.