RECUERDO de una de mis viejas lecturas cierto relato de Eduardo Galeano que bien pudiera aplicarse a la información que acompaña este sacacorchos. Se titula El electricista y dice algo así como “(...) Sentado en el suelo, Bautista se rascó la barba, investigó, soldó unos cablecitos, ajustó tornillos y arandelas: A ver ahora –dijo–. Para probar el aparato, René eligió un disco, la Novena de Beethoven, y colocó la púa en su movimiento preferido.

Y se desató la música. La poderosa música invadió la casa y se echó a volar por la ventana abierta, hacia la noche, hacia el desierto; y siguió viva en el aire después de que el disco dejó de girar.

Cuando el silencio volvió, René comentó algo, o algo preguntó, pero Bautista no contestó nada.

Bautista tenía la cara escondida entre las manos. Y un largo rato pasó, hasta que por fin levantó la cara mojada. Y entonces aquel electricista consiguió decir:

–Perdone, don René. Pero yo no sabía que esa... esa electricidad existía en el mundo.” Hay electricidades, ya ven que nos tocan y nos alcanzan, que nos cambian la vida.

Ayer, cuando uno de esas se cruzó en el camino de algunos de ustedes y un fallo en la catenaria del metro detuvo el tiempo y la gente no pudo llegar al colegio, al trabajo, al hospital donde visita o a una cita de amor (en verdad las citas de amor no son madrugadoras pero alguna sí que pudo haber, por qué no...) me acordé de esa elecricidad de la que hablaba Bautista, la que te da la vida. Una suerte de descarga como la que invocaba el doctor Frankenstein par que latiese el corazón de su criatura. La pregunta científica de hoy pertenece a Dave Barry, escritor, humorista y ganador de un premio Pulitzer: ¿Qué demonios es la electricidad? ¿Y a dónde va cuando sale de la tostadora? Recuerdo que mientras Wikipedia, Google, Facebook o el propio Internet litigaban por quién de ellos sería el más poderoso de su tiempo la electricidad se descojonaba de lo lindo.