¿Conocen ustedes ese fenómeno bautizado como el efecto Mandela? Es un suerte de espejismo del pasado, de realidades que jamás se dieron aunque las tengamos por ciertas. La científica Fiona Broome le dio ese nombre inspirado en el premio Nobel de la Paz sudafricano Nelson Mandela, puesto que cuando se anunció su muerte en 2013 varias personas afirmaron recordar que Mandela había muerto en los años 80. Aunque mucha gente recuerda el hombre del logotipo del Monopoly portando un monóculo, no lo lleva. Y a Mickey Mouse se le recuerda usando tirantes en sus pantalones rojos, cuando en realidad no los llevaba.

Ahora, cuando el Athletic regresa a la competición, con la Liga y la Copa en llamas, sobrevuela esa misma sensación en las conversaciones. Se asegura que no se pueden estar tres años seguidos sin jugar Europa cuando encadena ya su quinta temporada consecutiva –la presente sería la sexta sin catar Jabugo...– fuera de competiciones continentales, por mucho que este lustro de sequía llegase después de la década más fructífera de su historia en estas clasificaciones (¿el récord no estaba en los felices años ochenta del pasado siglo...?) al haber logrado siete pasajes en nueve temporadas.

Y a la vuelta de la esquina aguarda una semifinal de Copa intensa, el torneo donde los leones reinan con fuerza. No podemos dejar pasar un década sin ganar uno de estos títulos, dicen los más aventurados justo ahora, en el cuadragésimo aniversario del último título en la citada competición. ¿40 años ya? ¡No hombre, no! Sí, hombre, sí. Habrá que invocar al espíritu de Muniain para la remontada. ¿Cómo, que no juega? ¿Desde cuándo; está lesionado? Ahí está el efecto Mandela, una parábola, pura folha seca que en ocasiones nos confunde. Para evitar sus estragos bien haríamos ganando a Getafe y Osasuna para que escampen los espejismos.