LA navaja de Ockham, principio de economía o principio de parsimonia es un principio metodológico y filosófico atribuido al fraile franciscano, filósofo y lógico escolástico Guillermo de Ockham, según el cual “en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable”. ¿Cuál es la explicación más sencilla en este florecer de los pinchazos y navajazos de los últimos meses? Si uno lleva una navaja o un machete encima tarde o temprano acabará usándola. Conclusión: si no vas armado no aparece la oportunidad. La situación es preocupante porque se escucha ya en la calle que pisa parte de la gente joven que la navaja “da tranquilidad”, como si llevasen un colt en el Far West por si viniesen los forajidos.

Preocupante, ya les digo. Me recuerda a aquel viejo cascarrabias, George Bernard Shaw, que expresaba su odio hacia las melodías, quizás porque no tuvo el don del oído, pese a ser dublinés, con toda la fama que gastan los hombres del norte de cantar en las tabernas. “El infierno está lleno de aficionados a la música”, comentó el enfurecido escritor. Deben compartir espacio con los aficionados a las armas blancas, tan peligrosas cuando cambian de color y se tiñen de rojo sangre.

Años atrás hizo fortuna aquella declaración de Iñaki Azkuna. “Guerra al navajero”, bramó. Harto de aquella época de refriegas, el atraco y consiguiente muerte de Urren en una Nochevieja le hizo estallar. Tiempo después, Juan Mari Aburto, un hombre con más templanza, habló de una política preventiva, de la aplicación de una labor de prevención, persecución y de erradicar comportamientos incívicos y violentos. Pero es innegable que una nueva cosecha de navajazos y puñaladas preocupa y de lo lindo. Ahora en el pleno del Ayuntamiento van a debatir de nuevo sobre la realidad, terca como una mula. Veremos.