TRAS dos años de ausencia merced a los quebrantos de la pandemia, la celebración del mercado de Santo Tomás presentó ayer sus nuevas credenciales, en esta ocasión modificadas en busca de más luz. El giro propuesto ha levantado una corriente de incertidumbres y algunas voces se han agarrado a la tradición para justificar la protesta. Más vale no menealla, han dicho muchas de ellas, expresión que denota que no es oportuno volver a tratar un asunto por considerarlo inconveniente o para evitar una situación embarazosa. Sin embargo, la propuesta lanzada para este año, como se pudo comprobar ayer en la presentación del plan para este año, sí que se menea. Vaya que sí.

Algunas voces han puesto el grito en el cielo, me temo que por ese miedo que desatan las novedades, lo desconocido. Es algo propio de estas situaciones por estrenar, como cuando se teme que la horma de los zapatos nuevos le aprieten a uno demasiado.

La idea es espolvorear los puestos de baserritarras y vendedores por El Arenal y plantar las txosnas en Bailén, en los Tinglados y en el lateral del Teatro Arriaga. Buscan, como les decía, el brillo de un mercado unificado y ampliado, una luz resplandeciente. Incluso desde la propia organización, con Ayuntamiento y BBK a la cabeza, son conscientes de que este primer año será un banco de pruebas. Si las quejas son unánimes o mayoritarias buscarán nuevas soluciones para años venideros.

Entre tanto, el pueblo aguarda con expectación el nuevo Santo Tomás. Esperan con expectación. Habida cuenta los dos años de ausencia, es lógico pensar que los asistentes habituales que viven este día con ilusión efervescente celebrarán de lo lindo el regreso de la feria. Separadas las dos atmósferas nadie tiene una idea clara sobre lo que va a pasar. La llegada del día 21 se aguarda como un regalo sorpresa.