A sentencia del Tribunal Constitucional polaco en la que declara que los artículos 1 y 19 del Tratado de la Unión Europea son inconstitucionales y, por tanto, y entre otras cuestiones, el derecho del país está por encima del de la UE incluidos los fallos del Tribunal de Justicia Europeo, es un colosal desafío como pocos han tenido lugar en la historia de la alianza continental de los 27 estados miembro. Es un gran desafío porque supone un choque frontal contra los fundamentos y valores en los que siempre se ha basado la Unión, máxime tratándose del ámbito jurídico y de garantías de derechos y libertades, rompe de manera unilateral el pacto suscrito en los tratados y, en consecuencia, coloca a Polonia en una situación no ya de discrepancia puntual sino de ruptura con Europa en caso de materializarse. La decisión del Constitucional polaco ha removido los cimientos de la UE, porque hasta ahora ningún estado -ni siquiera el Reino Unido cuando, a menudo a regañadientes, formaba aún parte de la Unión- había puesto en cuestión de manera oficial el principio fundamental de la primacía del derecho europeo sobre el nacional. Las normas en que se basa la convivencia en la alianza europea son, precisamente, las de las garantías jurídicas por las que las sentencias del Tribunal Europeo son vinculantes para todos los estados. De ahí el origen de este conflicto, imposible de desligar del hecho de que la Comisión Europea tiene bloqueados los fondos europeos del plan de recuperación poscovid polaco ante la involución jurídica y democrática del Gobierno de Varsovia. En una atribución cuanto menos cuestionable, la sentencia del Constitucional polaco plantea, además, las posibles soluciones al conflicto que se deriva de la aplicación de su propio fallo: "cambio de la Constitución, cambio de la ley europea o retirada de la UE". El texto de la resolución tiene, al menos, la virtud de situar de manera correcta y en toda su crudeza los términos del conflicto pero nada podría justificar cambio alguno en las normas, fundamentos y organización de la Unión Europea para darle encaje. Con lo que solo quedaría un Polexit ruinoso económicamente para el país. De consumarse de alguna manera esta sentencia, Europa sufriría una especie de golpe de estado institucional y quedaría herida de muerte en su propia esencia.