L pleno de política general celebrado ayer en el Parlamento Vasco que marca el arranque del curso político fue el el escenario en el que el lehendakari quiso solemnizar la apertura de un nuevo ciclo en Euskadi tras más de año y medio de pandemia, con el objetivo puesto en el "relanzamiento" del país en todos los órdenes, incluido el anímico y emocional. Llamó la atención que prácticamente en los inicios de su discurso ante la Cámara, Iñigo Urkullu realizara un ejercicio de autocrítica que, sin embargo, ha sido recurrente a lo largo de la pandemia, asumiento como propios los errores cometidos en la gestión del covid-19. Un ejercicio de "humildad y espíritu de mejora continua" que aún está por escucharse en los partidos de la oposición, que continuamente exigen la asunción de los fallos ajenos sin asumir en ningún caso los propios. El lehendakari no se limitó a rendir cuentas de la gestión que ha llevado a Euskadi a la actual situación, en la que, con toda la prudencia, toca con los dedos la nueva normalidad desde el punto de vista sociosanitario y busca sostener la recuperación económica que predicen ya algunos indicadores asentados en datos prácticamente de prepandemia. Con esta base, Urkullu quiso abrir las puertas al futuro inmediato al que se enfrenta el país. Quiso hacerlo presentando ante el Parlamento y la sociedad vasca un proyecto concreto, objetivable y medible para esa nueva etapa mediante una agenda también renovada sin renuncia a las metas ineludibles para la necesaria transformación de Euskadi. Un plan ejecutivo -como corresponde a quien ostenta el liderazgo de un país-, que contiene 20 compromisos prioritarios concretos a cumplir por su gobierno en este curso político basados en los ejes económico, de empleo, salud, I+D, igualdad social, igualdad de género, educación y euskera o fomento de la natalidad. Asimismo, según precisó Urkullu, la CAV cuenta con una capacidad inversora de más de 1.600 millones de euros para el próximo año. Este planteamiento del lehendakari descolocó a la oposición, anclada en el discurso ideológico y sin capacidad de reacción. Por otra parte, Urkullu no eludió el debate del autogobierno y apostó por un nuevo pacto para la recuperación de la soberanía que reconozca la realidad de la "nación foral" y la fórmula del Concierto Político hacia una "bilateralidad efectiva". Ideas y proyectos concretos para los que la oposición ni estuvo, ni se le esperaba.