TALIA confía en haber cerrado finalmente, con la toma de posesión ayer del gobierno del nuevo primer ministro, Mario Draghi, su enésima crisis política y en haber abierto una nueva etapa en el país. Dieciocho días -los transcurridos desde la dimisión de Giuseppe Conte- han bastado al expresidente del Banco Central Europeo (BCE) para lograr los apoyos necesarios -tarea nada sencilla, dada la fortísima división existente en Italia- y conformar un Ejecutivo -el tercero de la legislatura- con el que afrontar los muchos retos a los que se enfrenta, entre los más urgentes la lucha contra la pandemia y la gestión de la recuperación. La solución ideada y materializada por Draghi para salir de esta grave crisis ha sido, como corresponde, a la italiana: entre inteligente, audaz y en cierto modo innovadora, mediante la confección de un gobierno mixto compuesto tanto por perfiles políticos y técnicos. Con ello, Draghi ha huido de un ejecutivo tecnócrata -una de las posibilidades que se apuntaban-, tras la catastrófica experiencia del formado por Mario Monti entre los años 2011 y 2013, y también del férreo control de los partidos que, algo inaudito, han unido fuerzas -solo se ha quedado fuera la formación ultraderechista Hermanos de Italia- para intentar solventar la crisis. Como conclusión, el Gobierno contará con 23 ministros: 15 de ellos de perfil político y ocho con un importante currículum técnico, prestigio y alta experiencia profesional. De esta manera, Draghi intenta conjugar la necesidad de contar con personas de confianza de los partidos asumiendo las cuotas fijadas y pactadas, así como algunos nombres, todo ello en favor de la imprescindible estabilidad mediante el apoyo que vayan a brindar las distintas formaciones y, al mismo tiempo, responder a los desafíos del momento mediante personas más independientes y de perfil reconocido en el mundo social y económico del país, como el ex director general del Banco de Italia Daniele Franco al frente de un Ministerio trascendental como Economía y Finanzas. Un equilibrio muy complicado -algunos apuntan a que imposible- y a buen seguro precario en el que chirría sobremanera el insultantemente bajo número de ministras -solo ocho de 23 son mujeres- que difícilmente podrá sacar a Italia de su crisis política crónica pero que supone un intento hábil, original e interesante.