EL lógico intento de dotar de continuidad a lo que ha funcionado, un cierto caracter expansivo no exento de prudencia ante la incertidumbre de algunas previsiones económicas, el destino social de más de tres cuartas partes del gasto y la voluntad de remarcar e incidir en las políticas de género y contra el cambio climático parecen definir y resumir el proyecto de presupuestos para 2020 aprobado ayer por el Consejo del Gobierno vasco. En virtud de esas premisas y de la disposición a acordar las cuentas mostrada en su presentación por el consejero de Economía y Hacienda, Pedro Azpiazu, quedará por concretar en la negociación, abierta a todos los grupos parlamentarios, la disponibilidad de la oposición a abstraerse de la presión e interés electorales en el esfuerzo por alcanzar un consenso que posibilite su aprobación. Cierto es que los presupuestos concretan las políticas de un gobierno y caracterizan a este incluso en lo tocante a la ideología, lo que en principio no suele direccionar a la oposición, especialmente si esta es diversa, hacia un ejercicio responsable de comprensión sino hacia una actitud, que también debería partir de la responsabilidad, de cuestionamiento. Pero no lo es menos que las posturas maximalistas frente a los proyectos presupuestarios suelen ser más consecuentes con el antagonismo político que originadas en un análisis profundo de las posibilidades y horizontes que las propias cuentas diseñan. Cuando el proyecto, además, da continuidad a ejercicios en los que los presupuestos se han mostrado eficaces para responder a los intereses de la sociedad vasca -o al menos así se puede considerar del grado de satisfacción mayoritario que muestran las encuestas hacia el ejecutivo- el margen a la crítica se reduce y la oposición rotunda a los mismos acaba tratándose de justificar en un aspecto concreto, incluso adyacente, o en una lectura más política que en el análisis de las virtudes, defectos o aspectos mejorables del proyecto. Y en esta ocasión, los 11.774 millones de las cuentas que presenta el Gobierno vasco, con el incremento de las posibilidades de gasto operativo merced a la menor necesidad de amortización de deuda pública, estrechan aún más si cabe el margen sobre el que apoyar una discrepancia absoluta salvo a través de interpretaciones simplistas y erróneas del ejercicio de oposición.