TRAS una semana de alta tensión, Gran Bretaña afronta ya en un ambiente de creciente crispación el último mes del plazo establecido para la materialización del Brexit sin que pueda vislumbrarse un acuerdo ni interno ni con la UE, y con todos los escenarios aún abiertos. Tuviera que ver directa o colateralmente o no con el Brexit, la quiebra el pasado lunes del gigante turoperador Thomas Cook ha permitido a los británicos hacerse una idea indiciaria de lo que puede suponer para la economía del país una salida de la Unión Europea, máxime si esta es abrupta y sin acuerdo. De hecho, los sectores clave como la industria del automóvil, las farmacéuticas, la agricultura y los servicios financieros han visto con preocupación y alarma los efectos de, como mínimo, un largo periodo de incertidumbre y de absoluto bloqueo político. Ajeno a todo ello, el primer ministro, Boris Johnson, mantiene firme su apuesta por la salida de la UE el próximo 31 de octubre con o sin acuerdo y cueste lo que cueste. Ni siquiera el durísimo varapalo judicial que le propinó el Tribunal Supremo el pasado martes al considerar ilegal y por tanto “nulo y sin efecto” el cierre del Parlamento británico decretado por Johnson en su antidemocrática pretensión de evitar cualquier iniciativa de Westminster que frenase o dilatase el Brexit ha arredado lo más mínimo al primer ministro. El inaceptable e insultante tono adoptado por el líder tory tanto en la propia Cámara como en sus comparecencias públicas o, como ayer mismo, en el arranque del congreso anual del Partido Conservador dibujan una estrategia provocadora, desafiante y ajena al escrupuloso respeto a la ley al que está obligado dirigida a generar mayor confusión, más tensión y confrontación política y social en el país. Cuanto peor, mejor. Ese parece ser el leitmotiv que impulsa a Johnson en esta recta final, en la creencia de que un ambiente de caos le beneficiará en sus intereses. Mientras, la oposición aparece incapaz de dar la batalla. La decepcionante actitud de Jeremy Corbyn, que en el reciente congreso laborista llevó a su partido a una inconsistente e inexplicable posición de neutralidad respecto al Brexit, es suficientemente reveladora. Habrá que ver si los intentos de presentar una moción de censura contra el primer ministro cuajan, aunque todo indica que, en este clima caótico por él provocado, prospere o no, Boris Johnson saldrá ganando.