EL presidente del Gobierno español en funciones y aspirante a revalidar el cargo, Pedro Sánchez, verbalizó ayer lo que se veía venir y confirmó que el mes de agosto será inhábil en materia de negociación para encarar un eventual acuerdo que le garantice su investidura. Al situar en finales de mes o primeros de septiembre el horizonte del diálogo con Unidas Podemos, PNV y el soberanismo catalán, Sánchez se ha obligado a realizar propuestas reales y concretas más allá de la estrategia mantenida hasta la fecha, de reclamar el respaldo ajeno para evitar elecciones en noviembre. El tiempo transcurrido desde abril, fecha de las elecciones, hasta la eventual investidura en septiembre es de casi medio año que se traslada a un incumplimiento sistemático en plazo equivalente de compromisos adquiridos en la pasada legislatura tanto en materias de inversión práctica como, en el caso de Euskadi, de transferencias pendientes. Sánchez ha dejado de lado las obligaciones contraídas por primar su estrategia de consolidación propia como líder del centro izquierda. En este escenario, tras obviar las demandas de aquellos a quienes pedirá su voto en el Congreso -con el PNV a la cabeza- de que aprovechara las semanas siguientes a la investidura fallida para recomponer las bases de un acuerdo, el líder socialista está jugando con tiempo prestado o directamente arrebatado a otros. Deberá tomar conciencia de que el rechazo ciudadano a unas elecciones anticipadas es mayoritario, principalmente entre los votantes que le son más próximos a él y a las fuerzas cuyo apoyo busca. Que su pulso con Iglesias no vale el precio de perder la ocasión de componer una mayoría de gobierno suficiente. Y, sobre todo, que ese antagonismo no es el único obstáculo a superar porque, incluso con el respaldo de Unidas Podemos, su estabilidad seguirá dependiendo de la voluntad de otros a los que, hasta ahora, se ha dejado de lado. No ya de cara al regreso del verano, sino después incluso de unas eventuales nuevas elecciones en noviembre sobre las que ningún sondeo, por optimista que sea y con cocina o sin ella, le permite abrigar la expectativa de obtener una mayoría suficiente con la mera suma de PSOE y Unidas Podemos. Concrecion, medidas y un calendario claro que permita recuperar el tiempo perdido. O encarar otro fracaso.