ES difícil para la mentalidad europea comprender el aprecio social que se vive en la sociedad estadounidense por las armas de fuego. De hecho, no siendo una querencia generalizada, se ha visibilizado tan amplia y naturalmente que los colectivos que han integrado socioculturalmente la posesión de armas han logrado ser tomados por el todo del modelo estadounidense y no por la parte que son. La matanza más o menos indiscriminada de personas es un incidente recurrente en ese país, aunque también lo es que el recurso a la violencia se ve aderezada en una gran mayoría de las ocasiones por motivaciones ideológicas que no deberían quedar en un segundo plano. Homofobia, misoginia, xenofobia..., señalamiento de colectivos sociales o minorías étnicas como en la matanza de El Paso, en la que su autor había proclamado su odio a los mexicanos. Todo ello en un entorno en el que se solapan dos debates que requieren su propia línea de reflexión: el acceso a armas y el populismo xenófobo. Sobre el primero se ha escrito y dicho ampliamente. Aunque pueda sorprender, especialmente en los Estados Unidos, donde el debate, además de visceral, tiene unos componentes económicos claros. La industria de la venta de armas a particulares es un potente lobby que presiona sistemáticamente a las administraciones. En la de Donald Trump no ha habido hasta la fecha sensibilidad alguna para restringir el acceso, más bien al contrario. Por ello, la extemporánea intervención, como acustumbra, del presidente a través de las redes sociales en la que vincula la limitación del acceso a la compra de armas -que reiteradamente se han revelado como instrumentos letales de violencia ideologizada- con la aprobación de sus reformas restrictivas en materia de inmigración vuelve a crear una manipulación del debate. Trump, pese a condenar el racismo, ha hecho un ejercicio de xenofobia subliminal en pleno impacto por el asesinato de decenas de personas. Su muerte, en el imaginario colectivo que pretende imponer, está ligada por igual a la acción del asesino -con su facilidad de acceso a armas de fuego- y a la condición de inmigrantes por ser víctimas buscadas. De ahí que el presidente manipula al tratar de sustentar sobre esas víctimas su política de inmigración que no hace sino victimizarlas de nuevo.