LOS resultados de las elecciones europeas y la necesidad de que el candidato a presidir la Comisión Europea en sustitución de Jean Claude Juncker cuente además de con la mayoría absoluta en la Eurocámara (376 de 751 escaños) con el apoyo de los gobiernos de los Estados miembros por mayoría cualificada reforzada (21 países con al menos el 65% de la población de la UE) aumentan la incertidumbre generada por el Brexit, con sus consecuencias también a medio plazo en el reparto de escaños de la Eurocámara. Que el Partido Popular Europeo y los socialdemócratas (179 y 153 escaños) no sumen suficiente para proceder a la designación del presidente de la CE que inicia el tradicional reparto de los otros cuatro altos cargos europeos y que (dejando a un lado a euroescépticos, populistas, ultras y comunistas) la vía lógica sea la del acuerdo con ALDE -ni el PPE ni la Alemania de Merkel quieren incluir en la entente a los Verdes- convierte el obligado relevo en un puzle que debe encajar en cinco cargos el equilibrio político entre estados, la diversidad territorial (este-oste) y económica (norte-sur) y la pertenencia a esas tres grandes familias políticas además de otras perspecticas obligadas como la de género. La negociación que dirige Donald Tusk es por tanto ardua. Y, sin embargo, no tiene tiempo. La amenaza de un Brexit desordenado el 31 de octubre que, dada la situación política en Gran Bretaña y la pugna interna en el Partido Conservador no puede descartarse, parece obligar a que la votación del 16 de julio en el Parlamento Europeo tenga éxito, dado que del acuerdo que puede sacarla adelante dependerán asimismo los nombramientos para presidir la propia Eurocámara, el Consejo y el BCE y la designación del alto representante para política exterior y del resto de comisarios del gobierno europeo. Lo contrario situaría a la Unión en una situación mucho más vulnerable que la que le ha permitido mantener una postura firme y común ante el desafío británico con el riesgo de que la crisis de credibilidad, también de gobernabilidad, de Gran Bretaña se contagie a una Europa que no puede permitírselo precisamente cuando parece que cala sociológicamente tras mucho tiempo. Y en ese contexto, los primeros spitzenkandidat (Manfred Weber por el PPE y el socialdemócrata Frans Timmermans) seguramente deban dejar sitio para un andererkandidat, (otro candidato/a) de consenso.