QUE la próxima legislatura en las Cortes, tras las elecciones del día 28, se adivina esencial para la defensa del autogobierno vasco es más que una realidad. La prueba está tanto en las cuatro transferencias que todavía se negocian hoy como en las arduas negociaciones mantenidas durante cuatro décadas para la plasmación de competencias y en las más de treinta pendientes aún para que se pueda considerar completo el Estatuto. Pero es una realidad no sólo por repetida ante las dificultades que la aceptación y desarrollo de nuestro autogobierno ha tenido que superar desde la constitución de las primeras cámaras democráticas en 1979. También lo es por la doble posibilidad de que, como en otras ocasiones, las mayorías parlamentarias resultantes el 28-A deparen gobiernos reacios al cumplimiento estatutario. A nadie se le oculta que una mayoría conformada por los tres partidos de la derecha -PP, C’s y Vox- supondría una continua y difícil pugna por tratar de evitar el retroceso, ya voceado por su candidatos, en las capacidades que tiene Euskadi para gobernarse. Menos advertida pero igual de reacia al autogobierno vasco resultaría una mayoría suficiente de PSOE y Ciudadanos, tan negada por esta segunda formación como factible. De ahí que el programa electoral presentado ayer por EAJ-PNV, los 14 apartados y más de 130 medidas explicitadas en 33 folios, tenga como eje de actuación de los que serán sus representantes la defensa del autogobierno y el cumplimiento del calendario de transferencias, tanto las admitidas por el gobierno saliente de Pedro Sánchez como las que no, es decir, prisiones y gestión económica de la Seguridad Social. Pero también la consecución de infraestructuras que contribuyan al progreso de nuestro país; las políticas sociales en un horizonte económico de desaceleración y posibles desequilibrios; o la apuesta por la sostenibilidad medioambiental. Todo ello englobado en la autoexigencia de contribuir -desde la protección de las libertades y los derechos individuales y con un compromiso ético- al bienestar de las personas. Porque son las personas, como integrantes de una nación, la vasca, las que demandan respuestas a sus necesidades e inquietudes. Y estas quedan mucho más diluidas para quienes sitúan las prioridades de su acción política en un horizonte estatal.