El sindicato ELA ha sabido hacer las cosas para un relevante progreso como organización sindical. Ha logrado la más numerosa afiliación del sindicalismo abertzale, la mayor representación de delegados, la más cuantiosa caja de resistencia y una notable capacidad de movilización. Hasta hace pocos años, y en la ingenua opinión de algunos, el viejo sindicato ELA/STV operaba en la órbita del PNV. Pero el sindicato evolucionó, vaya si evolucionó, y a partir de la dirección de Txiki Muñoz derivó en una organización frontalmente antagónica, beligerante, al supuesto neoliberalismo que la dirección del sindicato personifica en el PNV y, por derivada, en el Gobierno vasco.

A partir de ahí, ELA ha adoptado la confrontación y la movilización social como principal y casi único método de actuación, evitando su participación en mesas de acuerdos o en intentos de negociación y convirtiendo Euskadi en un campo de pruebas de la confrontación social. No le ha ido mal, suponiendo que lograr las más altas cotas de conflictividad en todo el Estado fuera el baremo ideal del sindicalismo. Y se lo creyeron. Y ya se consideran un poder fáctico, un contrapoder capaz de darle plantón al pacto de país por una mejora de la sanidad pública. Como vulgarmente se dice, “van sobraos” y se niegan a participar en lo que denominan como “lavado de cara” del Gobierno, como una trampa en la que ellos, ELA, listos, no están dispuestos a caer porque Osakidetza no tiene remedio sin echar a la gente a las calles, sin la confrontación permanente, sin el pretexto para que gracias a la lucha sindical liderada por ELA, el contrapoder, pueda desgastarse al poder elegido por el pueblo.

El nuevo Gobierno presidido por Imanol Pradales recogió el testigo de su predecesor sobre los problemas en Osakidetza y reconoció la necesidad de un pacto por la mejora de la sanidad pública, un pacto amplio, inclusivo, en el que participaran todos los implicados: partidos políticos, profesionales de la sanidad, UPV, empresarios y sindicatos. Pero ELA no. ELA dio el portazo a ese pacto para el que fue convocado como sindicato ampliamente representado en la plantilla sanitaria. ELA prefiere jugar en otro campo, en otro nivel, y manifiesta su disposición a una negociación bilateral: poder y contrapoder.

La verdad, la soberbia de la dirección de ELA es muy difícil de digerir incluso para partidos cuya razón de ser es sustituir al partido hegemónico, el PNV, y cambiar radicalmente su forma de gobierno. Pero el término “pacto” no entra en su vocabulario y, desde su prepotencia, solo entiende liderar la confrontación.