En 1985, Pedro Pacheco, alcalde de Jerez, acuñó la mítica expresión “la Justicia es un cachondeo”, tras una sentencia desfavorable en un pleito que el Ayuntamiento tenía con Bertín Osborne. Pacheco fue procesado y condenado por ello. Casi 40 años después, tengo la impresión de que una buena parte de la gente piensa que el alcalde Pacheco tenía toda la razón. Al menos, si se trata del más excelso cuerpo de los magistrados, que en los últimos tiempos han protagonizado el bochornoso espectáculo de aferrarse al sillón ciscándose en el mandato constitucional durante cinco años sin una arruga en la toga.

Ya está, ya han desalojado la poltrona, por fin. Ahora es el momento de la trompetería por haber llegado a un acuerdo de desbloqueo. ¿Entre todos los partidos, entre todos los jueces? ¡Noooo! Un acuerdo a modo de ópera bufa entre pillos, solo entre los que pueden quitar y poner, con la bendición displicente de una autoridad europea que se llevaron de adorno. Aún estamos aguantándoles la resaca de vamos a ver quién saca más pecho por haber desatado un nudo que solo entre ellos ataron. Y si seguía amarrado fuera del tiempo y fuera de la ley, era porque uno de los dos, el PP, se había apoderado del balón para que nadie jugara en el patio de la escuela.

Se anunció y se sigue celebrando que los jueces okupas del CGPJ hayan sido, por fin, desalojados, y ahora anda el PSOE sacando pecho para apropiarse del éxito sin haber contado para nada con ninguno de los que le sostienen en el poder que, lógicamente, están que trinan. En la batalla del relato, el PSOE se vanagloria de haber doblegado la contumacia del PP privándole de su dominio fraudulento sobre la cúpula judicial; por su parte, el PP se pavonea proclamando que se ha llevado al PSOE al huerto porque al final los jueces elegirán a los jueces, que siempre serán suyos. La prensa, incluso la prensa progre, celebra alborozada la Gran Coalición, “lagarto, lagarto”, que diría el agorero.

Veamos. Teniendo en cuenta que el PP ha claudicado aceptando el acuerdo con el maligno, arriesgándose incluso a algún maremoto por su flanco más ultra y teniendo en cuenta también que el PSOE ha aceptado en parte lo de que por ley sean los jueces quienes nombren a la más alta magistratura, pero ambos reservándose su cuota parte de esa elección, todo indica que seguirán siendo los partidos –o sea, los dos grandes– quienes designen, orienten y mangoneen en el fondo lo que vayan a decidir los tribunales. Se les ve a los dos muy satisfechos del acuerdo. Razón de más para desconfiar.

Lo de la separación de poderes, en cuanto entran en el juego los partidos políticos con verdadero poder, queda muy bien para una declaración de principios, pero tengo la impresión de que en este caso, tanto PSOE como PP seguirán cayendo en la tentación de controlar su parcela de poder en la alta magistratura. Es una fascinación difícil de vencer y, bien manejada –como ha demostrado con creces el PP–, es una inestimable ayuda para reforzar su política y neutralizar la contraria. Ya se irá viendo, pero mucho me temo que el alcalde Pacheco siga teniendo razón.