ES el eslogan del momento. Hacerse un Boston es recuperar el vigor sexual en edad provecta y volver a levantar? el entusiasmo, milagro que procuran las clínicas del mismo nombre. El lema tenía antes su versión política y se aplicaba a los dirigentes que habiendo perdido su poder -escaño o cargo- e incapaces de retirarse dignamente, suplicaban el placer consolador de la tele. Las tertulias son su cementerio de elefantes. Todas las cadenas, también la vasca, están repletas de tertulianos de muy diferente pensamiento que fueron cargos públicos, ocupación que contribuye al deterioro de la objetividad y a la extensión del tedio partidista.

Los últimos en hacerse un Boston son Cristina Cifuentes, expresidenta de Madrid por el PP, y Juan Carlos Girauta, que fue diputado del menguado Ciudadanos. A la primera la retiró la corrupción de sus másteres y la cleptomanía; y al segundo, el electorado de Toledo. Ambos tienen dos cosas en común: su largo ciclo de chaqueteo ideológico, de la extrema izquierda a la derecha, y sus recientes contratos con Mediaset para los programas de Ana Rosa, en Telecinco, y de Todo es Mentira, en Cuatro. Ya han debutado en su nuevo papel de predicadores y lo sienten como un potente afrodisíaco. Entiendo que Cifuentes busca la oportunidad para resarcirse de su imagen de tramposa y ladrona y salir del ostracismo ¿Qué dirá al comentar la corrupción? ¿Cuál será su argumento con los universitarios? Pero Vasile los prefiere polémicos y no ejemplares.

Lo de Girauta es un asunto de puertas giratorias, en su caso girautorias, un modo de vida alternativo para sobrevivir de lujo tras su desplome en las urnas de noviembre. ¿Qué discurso relevante puede emitir un fracasado? Se hará un Boston con Mejide y así presumirá con su atractivo. Se engaña: solo necesita deshacerse del odio y el sectarismo.