ES difícil resistirse a valorar el optimismo de Jon Ander de las Fuentes cuando aboga por una aplicación menos restrictiva de la filosofía en que se inspira el Athletic para la captación de sus futbolistas. Sugiere una ampliación de los límites que rigen para “acceder al talento”. No concreta a qué ámbitos geográficos se refiere, pero no tiene reparos en dar por bueno el término “cantera global”. Y al mismo tiempo resalta que “lo importante del Athletic son los valores, los principios, el orgullo de pertenencia de los chavales”.

Algo no cuadra en su exposición. El sentimiento de pertenencia es un fenómeno comprensible y extendido en el hábitat donde el club se nutre. Su vigencia a lo largo de siglo y cuarto explica en buena medida que el Athletic sea hoy una realidad pese a las trabas y desventajas que le plantea el fútbol con su acelerada evolución de las últimas décadas. Una política que acepte a niños o chavales de no se sabe dónde, se supone que para realizar con ellos un proceso acelerado de inmersión en clave rojiblanca, generaría una disfunción evidente. Aparte de presuponer que logrará inculcar dicho sentimiento en jóvenes sin un arraigo natural a la causa, captados exclusivamente por su potencial deportivo, no se olvide; genera un agravio para quienes por su origen han podido mamar lo que significa el Athletic y se verían abocados a competir con los anteriores por llegar al primer equipo.

Pero es que la idea de extender las fronteras del caladero entraña una gran complejidad logística. Los clubes que pescan en todos lados (muchos, de muchos países y la mayoría con posibles) llevan años y años operando; poseen unas estructuras consolidadas, con ojeadores, instalaciones, incluso escuelas esparcidas por diferentes continentes. En fin, que asumen una inversión considerable y saben de qué va el negocio. Por todo ello, se antoja ilusoria la pretensión de irrumpir en ese mundo tan mercantilizado con el señuelo de la marca Athletic. Ilusoria e improcedente para la estabilidad del club, de su identidad y de su economía.

Y ya puestos: ¿este tipo de proyecciones que con tanta alegría se lanzan al aire qué encaje tienen en el catecismo que Aitor Elizegi ha predicado desde que asomó en la arena electoral y hasta hoy? ¿El futuro del Athletic es o no es Lezama? Se diría que en Ibaigane se ha levantado la veda y todo vale. Vale decir lo que a cada uno le apetece sin reparar en que el club se mueve en un contexto incómodo, cuando menos, que aconsejaría cierta contención, prudencia y perspectiva. La impresión de descontrol y ausencia de rigor resulta alarmante.

Para concluir el análisis de las palabras del contador, un par de perlas. A la pregunta de si no hubiese sido más sencillo o menos polémico recurrir a la provisión en vez pedir al socio la cuota covid, De las Fuentes responde con dos argumentos sin desperdicio. Señala en primer lugar que “no somos tácticos”, que esta directiva huye “de las respuestas fáciles”, obviando que en la Asamblea Extraordinaria hizo desaparecer del orden del día la “cuota social”, rechazada dos meses antes en la Asamblea Ordinaria. Luego proclama que la directiva defiende “a capa y espada” la provisión porque quiere allanar el camino a quien se vaya a presentar a las próximas elecciones, facilitarle “una visibilidad clara de lo que hay”, que no se encuentren “en la situación en la que tuvimos que presentarnos nosotros”. Vaya por Dios, debe ser que los 82 millones de provisión que heredó su directiva le nublaron la vista.