NTRE las diversas incógnitas a despejar en la temporada que comienza, hay una que merece especial atención, pues podría -debería- convertirse en clave para desentrañar el futuro del AthleticSe trata del reparto de responsabilidades en una plantilla que por motivos que a nadie se le escapan necesita reactivarse y elevar su nivel competitivo.

Está más claro que el agua que los tiempos en que el club podía captar refuerzos en el mercado han pasado, lo cual obliga a centrar más si cabe el trabajo en la optimización de la producción propia. Sin recursos económicos diferenciales y ante el incremento de la competencia por parte de los equipos vascos que militan en Primera, más asentados en el plano financiero y más cuidadosos en la formación y promoción de sus valores, el fichaje ha dejado de ser la socorrida fórmula de la que el Athletic se ha valido en las últimas décadas para complementar el fruto de Lezama. Salvo un cataclismo en el fútbol estatal, difícilmente van a registrarse novedades en este sentido durante los próximos años, por lo que ha llegado la hora de profundizar en una labor que la entidad nunca ha dejado de reivindicar.

Proclamar a los cuatro vientos que la cantera es el porvenir está muy bien y se da por supuesto que las directrices que rigen en las categorías inferiores están enfocadas a nutrir el primer equipo. En los últimos cursos, sin embargo, se observa que la plantilla de los mayores en vez de ejercer de trampolín actúa de freno para las jóvenes promesas. Basta con repasar la lista de chavales que se ha afianzado en la élite, que cuenta con una hoja de servicios que avala su adaptación y asentamiento. Son bastantes los que figuran en nómina, pero muy pocos pueden considerarse asiduos en las alineaciones.

De cara a lo inmediato, está por descubrir qué rumbo tomará Marcelino García: si persistirá en la línea que recogió como herencia de Gaizka Garitano e hizo suya o por el contrario estará dispuesto a avanzar, que en este caso es sinónimo de arriesgar, de ser valiente. Por de pronto, es evidente que no empieza de cero, pues posee la información precisa para tomar decisiones que corrijan una trayectoria que amenaza con situar al Athletic en la irrelevancia. Los 31 partidos que dirigió desde enero le conceden margen suficiente para realizar una valoración precisa del material humano a su cargo.

Luego, sucede que no todos los jugadores parten de la misma posición en la carrera por convencer al técnico, de hecho en pretemporada habrá varios con los que no ha trabajado y pretenden hacerse un sitio, cuestión que aparece condicionada por la dimensión del grupo. Treinta y pico almas en la caseta son una exageración. Pero lo nuclear va de si el técnico, quien lógicamente querrá asegurar resultados en su último año de contrato, dará el paso encaminado a potenciar la participación de la gente más joven, propiciando su progresiva presencia en las alineaciones aunque ello pudiera de entrada retrasar el salto cualitativo del equipo.

Los relevos generacionales requieren manejarse con calma, ser paciente, pero en el Athletic este proceso reclama ciertas dosis de osadía. Si se exceptúa a Unai Simón y Vencedor, que solo lleva una campaña completa en el equipo, ninguno de los chavales que asoma la cabeza ha superado el rol de suplente habitual. Las ocho jornadas finales de la liga anterior fueron una excepción en cuanto a que fue posible ver en el once inicial a Sancet, Villalibre y Morcillo con una frecuencia inusitada. La novedad obedeció básicamente a la indisponibilidad de muchos titulares, lo que también favoreció que sumasen minutos Nuñez, De Marcos o Balenziaga. El experimento aportó aspectos interesantes que serán determinantes únicamente en el supuesto de que tenga continuidad. No existe otro modo de saber si hablamos de futbolistas válidos. Al trío de meritorios mencionado se agregarían Zarraga, Vivian y los escogidos del filial para la pretemporada, así como Petxarroman, que tampoco es un crío.

Alinear chavales que apuntan maneras no es un ejercicio gratuito, entraña costes y hay unos plazos que respetar, aunque hoy en el Athletic se antoja una política inaplazable, obligatoria, hasta urgente. ¿Por qué? La respuesta es sencilla: porque se ha demostrado de forma fehaciente hasta dónde dan de sí muchos de los hombres que han venido cargando con el peso del equipo en estas temporadas. La tendencia que establecen los resultados y las clasificaciones no miente, tampoco mienten las aportaciones de elementos que gozan de la vitola de intocables pese a que su nivel genere perplejidad, incluso decepción y enojo.

Hay una serie de situaciones individuales que no se sostienen atendiendo al rendimiento. Revisar la distribución de minutos se antoja más que procedente. Lo expuesto no pretende alentar una revolución, un cambio drástico en la fisonomía del bloque, pero es hora de alterar la jerarquía vigente, gradualmente y sin marcha atrás. Dar un impulso, estimular de verdad a lo que viene por detrás equivale a fomentar la competitividad en el seno de un equipo cuyo techo está perfectamente definido. Es la mejor fórmula para que el Athletic deje de amagar para luego tropezar en la misma piedra. Además, es que no hay otra.