El sistema político de Brunéi se puede resumir en el primer artículo de su constitución que dice que el sultán “no puede equivocarse nunca como persona privada ni en su capacidad oficial”. Todo el poder reside en él, que es c abeza de estado y de gobierno. Sin elecciones, sin garantías, sin límites a su poder. Sin derechos o libertades que un ciudadano pueda oponer.

El sultán de Brunei, Muda Hassanal, es una de las mayores fortunas del mundo. Se rodea de lujos y extravagancias que hacen de Luis XIV un burgués de gustos modestos. Tiene una colección de 5.000 coches coches de lujo. Y aviones, helicópteros y yates. Un palacio de 1.800 habitaciones, 254 baños y cúpulas de oro. Su corte, bien untada en oro y joyas, ni cuestiona ni discute, mientras su país disputa el récord mundial de menor compromiso con los Derechos Humanos.

Este despreciable sultán ha aprobado este mismo mes una nueva norma que, siguiendo la lectura más miserablemente retorcida de la sharia, impone penas de muerte por lapidación a los homosexuales por relaciones consentidas entre adultos.

Entre las enfermizas locuras de su satrapía se encuentra la prohibición de la Navidad, incluso celebrada en privado, dado que semejante espectáculo puede ofender a sus súbditos, mayoritariamente musulmanes. Quien la celebre puede ser castigado con penas de hasta 5 años de prisión.

Este personaje ha sido invitado a las bodas reales europeas. Estuvo en la de la infanta Elena y Jaime de Marichalar, o más recientemente en la de Guillermo y Kate Middleton. Ahora que su deriva hacia la crueldad ha rebasado todos los límites, se espera que los monarcas europeos le muestren su rechazo más rotundo. También se espera de la Commonwealth, a la que Brunéi pertenece, alguna medida severa. Este país también es parte de la Organización de Cooperación Islámica, pero de la sensibilidad de esta organización de 57 estados hacia los derechos humanos de los homosexuales nada podemos esperar.

El Parlamento Europeo acaba de aprobar una resolución que condena rotundamente la entrada en vigor de esta norma penal y llama a Brunéi a atenerse a los principios internacionales de no discriminación por orientación sexual, al tiempo que pide a la Unión Europea considerar la adopción de medidas de presión contra el sultán y sus allegados, tales como congelar cuentas, bienes o intereses, o limitar sus permisos de viaje a Europa.

El Sultán se ha dignado a responder al Parlamento Europeo diciendo que Brunéi es un país “justo y feliz” y que los europeos debemos mostrar “respeto, tolerancia y comprensión” hacia sus medidas penales que están pensadas “para proteger la familia y el matrimonio” y que además el procedimiento de lapidación cuenta con todas las garantías, puesto que sólo se aplicará si pueden testimoniar contra el acusado “entre dos y cuatro testigos de la más alta moralidad y piedad”.

Como a Marco el triunviro, le queme a este miserable el oro fundido en su garganta de mentira cruel o, como rey Midas, no pueda tocar nunca ni piel, ni fruta, ni agua, sino oro, frío y muerto, como su alma.