ESTABA claro que iba a llegar el momento pero hasta que los insultos no han sido tan graves o hasta que el protagonista de las ofensas no ha dado el paso de denunciarlo públicamente no lo hemos admitido como un hecho que no puede ni debe producirse. Las redes sociales surgieron como una posibilidad real de juntar gentes, establecer lazos de unión y por supuesto conocer o darse a conocer. Hasta aquí todo bien. La democracia nos ha regalado herramientas que son maravillosas, siempre y cuando se utilicen de una manera adecuada.

El tema se tuerce cuando la educación, preparación y sobre todo sentido común brillan por su ausencia. Un teclado, una pantalla y un click bastan para manchar a alguien de forma irremediable. Hay quien soporta la presión, por supuesto quien no. Pero no es un tema de presión, es un asunto de poner el límite, no todo vale. Hay gente que es incapaz de dar dos pasos seguidos de manera coherente, qué van a hacer con algo que desconocen y para qué debe ser usado. El insulto fácil y la vejación se han instalado en una sociedad que expresa su amargura sin ningún tipo de cortafuego posible. Hace poco uno de estos sujetos, interpelado por los insultos que profería me contestó más ancho que largo, tranquilo, esto es Twitter.

Los nicks desde el anonimato y las cuentas falsas hacen que todo sea un gran estercolero al que nadie puede ir a poner orden. Es urgente que legislen los que mandan y eviten esta gran barra libre sin pagar una ronda que utilizan algunos. La falta y la ofensa gratuita no tienen cabida y por supuesto quienes la protagonizan menos. Si a esto le unimos que los que lo hacen dicen ser hinchas de un club como el Athletic, la ecuación se resuelve de golpe y porrazo, no son ni del Athletic, ni de sí mismos. Son gente prescindible.

Iago Herrerín denunció después del Leganés insultos que no conviene volver a repetir de un descerebrado, que dudo sea capaz de pasar un psicotécnico. Club y jugador deben denunciarlo como se merece y en cualquier caso creo que después de este episodio ha quedado ampliamente retratado. La crítica constructiva y con fundamento se admite, todo lo demás no.