e STE estómago tontuno de la política del Reino empieza a fagocitar cosas extrañas como esa campaña floja contra Teruel Existe por apoyar la investidura. Los mitineros del Twitter la han emprendido contra una provincia que se está ganando a pulso aquello del existir por ser determinante con un solo voto y reírse por lo bajíni que aquellos que llaman a un boicot ahí donde no hay nada. Ni que fuera la Coca-Cola. Sin embargo, Teruel ha entendido aquello de la influencia, como lo entendió Revilla en su día para después cambiar el tan deseado tren por un sentimiento de unidad patria tan grande que bien vale seguir tardando tres horas en llegar a Bilbao desde Santander. Cada uno con sus prioridades. Y los apoyos van y vienen de vuelta, como el mismo tren que sufre los cambios de vía y una investidura dice que sí y en meses ejecuta el bicho-bola. Da la risa cuando algunos exigen boicotear tras la felonía turolense el famoso jamón de Teruel, que hay que ser pardillo para negarse a comer jamón porque la nación se hunde. Teruel es el nuevo enemigo a batir, como lo fue el cava catalán o los chocolates belgas por acoger a Puigdemont que a estas horas mira la península como el que pulsa el saco de la risa. Pero la culpa es de Teruel, que hace tres días ni salía en los telediarios y hoy es la quinta provincia catalana. Antes no hacía más que faltar y ahora parece que sobra, como a Revilla le sobra el tren con el que dio el laterío día tras día. Mientras, Teruel se agencia sus infraestructuras pensando en sus paisanos, hartos de promesas incumplidas y no en los que ahora desprecian sus torreznos. ¿Felones? Vale.