SI hoy no hemos despertado descubriendo que solo salimos de un mal sueño y que alguien durante la noche ha considerado que ya vale de tomar el pelo al respetable, nos encaminamos a un verano en barbecho político para desembocar en un septiembre en el que solo puede materializarse un engaño. Me explico. Sánchez e Iglesias nos mandaron anoche a la cama con lo suyo prácticamente colgando de un hilo. El problema de cómo han gestionado sus posibilidades de coalición está en que, de lo dicho y hecho hasta la fecha, un acuerdo solo es posible si alguien acaba con los pantalones por los tobillos. Una marcha atrás cuando diga Diego donde dijo digo. Da igual quién de los dos. Si no es así, a las dos y media de la tarde de hoy habrá cosechado Sánchez su segundo fracaso como presidenciable y nos remitirán, más que probablemente, a meditar durante el mes de agosto y ver si a vuelta de verano hay opciones de más. Pero septiembre solo sería la consumación de una vergüenza. Por acción o por omisión. Si es por acción, no alcanzamos a ver qué palanca del consenso que ha resultado imposible de pulsar ahora puede activarse entonces -sin contar ya con la inminencia de la sentencia del juicio al procés, entre otras chinas en el zapato-. Sin duda, ninguna diferente de las que deberían haber sido ofrecidas o aceptadas ahora. Si, por el contrario, se consumara una convocatoria electoral en noviembre, todo lo ocurrido en este mes de junio cobraría un sentido lamentable. Hallaríamos en los discursos de Sánchez los eslóganes de su próxima campaña en busca del voto útil. En cualquier caso, un tiempo malgastado que no tenemos.