ASEO presupuestario triunfal. Ni un rasguño. Solo un voto menos que el pasado año, pero asistido de una holgada mayoría. Legislatura en el bolsillo. Dinero para lucirse durante dos años. En Catalunya, además, empiezan a soplar otros vientos. Por si fuera poco, en el patio de colegio del PP sigue la inconcebible pelea narcisista entre Ayuso y el presidente de su partido, mientras el resto de compañeros, incluido Aznar, comparte un hastío generalizado al ver cómo se evaporan sus ventajas demoscópicas. Pablo Casado, sin suerte en cada una de sus iniciativas y tan mal asesorado como siempre, reza porque llegue el adelanto electoral andaluz y así evitar la tortura de la angustiosa travesía del desierto que le espera en el Congreso. En una palabra, todo a pedir de boca de un Pedro Sánchez que sigue cabalgando mientras los demás ladran.

Con unos Presupuestos enjaretados por el gancho de los fondos europeos, las negociaciones de titular fácil parecían haberse convertido, paradójicamente, en un insospechado mercado audiovisual. Entre las concesiones al bloque independentista del tercer canal de ETB para el público infantil navarro (EH Bildu) y del doblaje al catalán en Netflix (ERC) quedaba sin hueco el traspaso a la CAV del Ingreso Mínimo Vital o el compromiso para una perspectiva mejorada del Concierto Económico que arrancó el PNV en el mano a mano de Aitor Esteban con Félix Bolaños. En realidad, a pesar de la trascendencia que conllevaba su aprobación porque suponía certificar una estabilidad imprescindible para dinamizar el plan (?) de recuperación económica, tampoco el Gobierno se ha visto demasiado apurado en el transcurrir del trámite negociador. Como mucho, el sofoco que le supuso la amenaza de las enmiendas a la totalidad y la polémica en un vaso de agua en torno a la imposible derogación de la Ley de Amnistía.

Mientras Sánchez disfruta de este éxito incontestable al calor, incluso, del refrendo de la UE a sus Cuentas con el aval de Nadia Calviño, asiste atónito a la presencia de la derecha en la calle, apoyando cada movilización que se precie contra el Gobierno de coalición. No es baladí que Casado, Abascal y Arrimadas despreciaran el debate de las enmiendas presupuestarias con una deplorable ausencia en sus escaños que les retrata. Eso sí, como disculpa para atemperar su derrota han vuelto a refugiarse en la pueril procedencia de los votos que ha buscado el presidente socialista para construir su mayoría, curiosamente casi la misma que le aupó al poder para desgracia del PP. No hay peor ciego que quien no quiere ver.

Pere Aragonès, en cambio, ha dicho basta al sufrimiento insoportable de la bota que asfixiaba hasta la parálisis su gestión en la Generalitat. Al deshacerse del radicalismo asambleario de la CUP, comprometer a Junts mucho más que al aislado Puigdemont, y jugársela ante el resto de la familia soberanista, el posibilismo de ERC voltea el tablero del procés hasta unos límites insospechados el 1-0. La izquierda hace sonar su voz con fuerza y fundadas expectativas de futuro en medio del carajal catalán. La entrada en juego de En Comú Podem para avalar los Presupuestos y la predisposición encantada de Salvador Illa a ganar espacio institucional fotografían una imagen que consolida la operación engendrada por Sánchez para amainar el temporal en Catalunya y abrir un nuevo escenario de mayor comprensión entre el puente aéreo.

Esta jugada de largo alcance, donde el Ayuntamiento de Barcelona será la auténtica pieza codiciada en las próximas elecciones locales, también pilla desorientado a Casado.

El líder del PP prefiere amarrarse al árbol de un 155 educativo, jaleado por los mismos voceros miopes de siempre, antes que interesarse, siquiera con disimulo, por el trasfondo de una operación que agrieta como nunca se había conocido hasta ahora la unidad de ese soberanismo tal mal avenido por el paso del tiempo a la sombra de su impotencia reivindicativa. Por sus deméritos, los populares seguirán quedando en tierra de nadie en un territorio cada vez más refractario a su discurso. No parece importarles a sus gurús, convencidos de que el resurgimiento de Andalucía, las más que presumibles goleadas de Madrid y Galicia, y la consolidación al alza en las dos Castillas cuajarán el caldo de votos suficientes para acariciar la mayoría absoluta siempre con el guiño imprescindible de Vox. Por eso, desencajada la derecha por la trascendencia temporal y política del golpe presupuestario, no le queda más opción que poner todos los huevos en la cesta del adelanto andaluz.