Afalta de alicientes futbolísticos, el España-Islas Feroe se convirtió en un acto sentimental, con el espíritu de Enrique Castro Quini, el Brujo, flotando por El Molinón. Hubo un homenaje cargado de nostalgia hacia la gran leyenda del Sporting y lágrimas por Luis Enrique, el seleccionador español que renunció a todo para apurar pegado a su hija Xana los últimos días de su corta vida. El fútbol sirve para disfrutar del fútbol, pero además brinda amparo a emociones que son ajenas al juego. En definitiva, está tan imbricado en la sociedad que lo mismo acoge la justa reivindicación que da refugio a una panda de energúmenos.

Hubo un tiempo en el que la selección de Euskadi encontró acomodo en las fechas navideñas con San Mamés como escenario principal, y daba igual si el rival era Gales, Macedonia o Camerún. El fútbol, en realidad, tampoco importaba demasiado. Niños con sus aitas, ambiente festivo, cierto halo de romanticismo y sobe todo la determinación por mantener viva la llama, el anhelo de seguir reclamando el derecho a participar de forma oficial en las competiciones internacionales. Se ponía el ejemplo de las cuatro selecciones británicas o el particular caso de Islas Feroe, un archipiélago que pertenece a Dinamarca, viven cuatro gatos y tan ricamente participan con su propio equipo por esos campos de Dios, más que nada para hacer turismo y con la bendición de la FIFA y la UEFA.

Sucede que, poco a poco, se fue apagando la llama que sustentaba la ilusión y los partidos navideños de Euskadi perdieron el interés de la gente por diversas razones. Sin embargo, y con la posibilidad de poder jugar en la fechas FIFA, se abrió un escenario lleno de expectativas, pero la Federación Vasca no atinó con la tecla precisa. Panamá, de madrugada, sin televisión, o sea, casi de incógnito, un 29 de mayo y con muchos jugadores pretextando sus vacaciones sagradas. No lo salvó ni Javier Clemente, el gran agitador y nuevo seleccionador de Euskal Selekzioa.

Y en estas plañideras estábamos cuando, de súbito, se anuncia el bombazo: Argentina jugará en San Mamés el 13 de octubre. Todo encajaba. Por esas fechas Urkullu visitaba el Vaticano y habló con el Papa Francisco, futbolero por su condición de argentino e hincha del San Lorenzo. Mano de santo.

Un rival de campanillas y el argumento perfecto para convertir la débil llama en una deslumbrante hoguera. Energías renovadas para dar la matraca a la clase política hasta que conceda al pueblo lo que demanda, poder jugar de ley con la selección vasca.

Supongo que a los responsables del asunto les pudo el ansia por contar la buena nueva y pecaron de precipitación, pues una cosa así requiere prudencia y contrato en firme. A la espera de las oportunas explicaciones, lo que estaba urdido para reactivar un afán ha provocado el efecto contrario.

Teniendo en cuenta la carga emocional que subyace en el fútbol, hay otra realidad que hace unos años parecía imposible y ahora comienza a tomar cuerpo. La Vuelta Ciclista a España entra y sale de Bilbao entre el fervor popular y en menos de un año la selección española jugará la Eurocopa en San Mamés en otro ejercicio de mercadotecnia de indiscutible sagacidad. La Villa de Don Diego se ha convertido en un polo de atracción de acontecimientos internacionales, sobre todo deportivos, sin duda buscando la prosperidad con sentido práctico. Pero, ya me entienden, a día de hoy cuesta imaginar San Mamés preñado de banderas españolas al viento y voces jaleando a una selección que mayormente es sentida como ajena, o cuando menos que genera indiferencia aquí.

España cumplió el trámite ante Islas Feroe en un ambiente extraño, con ese minuto de silencio absoluto en memoria de Xana. Finalmente jugó Unai Núñez, siete minutos, suficiente para conseguir el bautismo internacional. “Soy un afortunado. Hace unos meses, campeón de Europa sub’21 y poco después poder debutar con la absoluta”, dijo el central rojiblanco tras el partido. También reflexionó sobre la necesidad de jugar en su equipo, el Athletic, donde es suplente, para seguir en la órbita de Robert Moreno. Tiene un problema (bendito problema) y también el club: con los tiempos que corren, 30 millones es una cláusula ahora mismo baja para un central joven y con su proyección.