Amediados de julio los cachondos de la Federación Española de Fútbol tuvieron la ocurrencia de confeccionar un calendario dirigido, de tal forma que impusieron un Athletic-Barça para abrir boca. Querían un partido potente, clásico, de sabor, y además lo hicieron calibrando sus consecuencias, dado que el evento coincidiría con la víspera de Aste Nagusia y lo sabían. En realidad lo que sucedió fue que un puñado de gente malvada estaba dispuesta a reventarnos la fiesta, conocido que por estadística y lógica el Athletic parecía predestinado a iniciar el campeonato con la derrota. Además todavía estaba muy presente el lamentable final de la campaña anterior, Griezmann se había unido justo entonces a la constelación azulgrana y en ningún caso tuve presente la grandeza que entraña el fútbol.

O dicho de otra forma: quienes partieron de estos argumentos absolutamente agoreros ( y es mi caso) probablemente tuvieron la ocasión de flipar más que nadie (y también es mi caso) cuando Aritz Aduriz marcó ese gol antológico.

La asombrosa circunstancia nos vuelve a poner sobre la pista de lo que significa este hombre para la causa rojiblanca. Resulta que la última vez que el Athletic ganó al Barça ocurrió el 15 de agosto de 2015, en el partido de ida de la Supercopa, con tres goles del delantero donostiarra (4-0), preludio del que ha sido el último título logrado por el Athletic. El anterior data del 5 de mayo de 1984, también con el Barça de Maradona como rival, que culminó con el jaleado doblete bajo la dirección técnica de Javier Clemente y abrió la puerta a la melancolía. De aquel encuentro ha cuajado en la memoria del hincha la trifulca final entre los futbolistas y la figura de Endika Guarrotxena, que subió a los altares del club por aquel único gol.

Sobre el juego, un horror, no queda ni rastro, ni falta que hace. El Athletic-Barça del pasado viernes se vuelve evanescente hasta el minuto 89. Y justo en ese instante entra en la historia por el golazo de Aduriz y sus circunstancias, que son unas cuantas. En la liga, el Athletic no derrotaba al equipo azulgrana desde el 1 de diciembre de 2013 y curiosamente ese día faltó Aduriz. Tampoco estuvo Leo Messi, ausente igualmente el viernes, y hubo voces que tuvieron la osadía de justificar por eso el mal resultado azulgrana. Pero el escorzo de Aduriz, y es lo más importante, devuelve al hincha la infinita satisfacción de saber que, después de todo, después de aguantar una paliza tras otra del ogro catalán, la causa merece la pena si de vez en cuando ocurre un instante así de memorable. Vino el Barça, era víspera de Aste Nagusia, uno se pone en lo peor y resulta que su Athletic del alma, los once aldeanos, todavía son capaces de vencer a uno de los mejores equipos del mundo.

Conocido que tiene fecha de caducidad, el gol de Aduriz también nos conduce por el camino de la nostalgia. Sus 172 tantos con el equipo rojiblanco le sitúan sexto en el escalafón anotador del club a lo largo de su dilatada historia, pero no se atisba un sucesor con su alcurnia. Congratula, y mucho, que Iñaki Williams haya renovado sus votos de fidelidad con el Athletic disipando los rumores sobre otra fuga de talentos, pero le falta pegada. Llama la atención que la eficacia mostrada por Villalibre en el filial no le sirva como aval para encontrar sitio definitivamente en la primera plantilla. Kenan Kodro brilla por su ausencia y Raúl García seguro que seguirá con su eficacia habitual, que no es poco.

Con Aduriz, en fin, se difumina además la figura de un líder, un hombre de carácter y ascendencia entre los más jóvenes.

Tras el golazo y una victoria que ha convulsionado el arranque liguero, Gaizka Garitano se refugia en la prudencia. Es una reacción consecuente, sin duda. El campeonato acaba de comenzar, pero tampoco es cierto que los puntos contra el Barça valgan lo mismo que frente al Leganés. Hay una trascendencia detrás. Un momento mágico por insospechado, la revancha frente a tanta humillación y, qué diantres, son unos días muy propicios para disfrutar.