CAMPEONA del mundo de fútbol con Estados Unidos, mejor jugadora de la final ante Países Bajos, Bota de Oro por ser la máxima goleadora del torneo y Balón de Oro en su condición de futbolista más destacada de Francia’2019. O sea, que Megan Rapinoe es un portento con el balón. Lo bueno es que la mujer aprovechará su condición de estrella en un país donde el fútbol masculino es una fruslería y en el femenino ejerce de potencia planetaria para desarrollar sus otras aptitudes aprovechando que también tiene el pico de oro. A saber. Es una activista por los derechos sociales, contra los abusos policiales, la discriminación racial, la desigualdad salarial o la discriminación de la comunidad LGTBI. Nada más comenzar el torneo y aventurando lo que finalmente ha ocurrido, la victoria final de EE.UU., le preguntaron a Megan al respecto y lo dejó así de claro: “No voy a ir a la puta Casa Blanca”. Tampoco canta el himno de las barras y estrellas en solidaridad con el quarterback de San Francisco 49ers Colin Kaepernick y su gesto de arrodillarse cada vez que escuchaba el himno en protesta por la extralimitación policial hacia los negros en Estados Unidos.

En resumidas cuentas, a Donald Trump le ha salido un sarpullido de los que pican. Una mujer de carácter, principios firmes y determinación para utilizar esa fuerza triunfal y sacarle mucho filo a su lado reivindicativo.

A la espera de acontecimientos, el Mundial de Francia ha servido para publicitar como nunca antes el valor del fútbol femenino, con un inusitado seguimiento de la selección española. Además, el Real Madrid, bajo este clímax, definitivamente abandona su proverbial misoginia balompédica y ha comprado el CD Tacón, que acaba de subir a la Liga Iberdrola, para utilizarlo de plataforma hacia su nuevo proyecto imperial.

Sin todos estos aconteceres probablemente el fichaje de Bibiana Schulze Solano habría pasado de puntillas. O tal vez no. Cuando las noticias sobre el Athletic brillan por su ausencia, el hincha necesita candela para mantener viva la llama mientras aguarda la llegada ritual de la competición. Y qué mejor asunto para cubrir la espera debatiendo sobre eso que se conoce como filosofía existencial del club. Normas, excepciones o quién es el guapo capaz de forjar la tabla de los Diez Mandamientos. Elizegi, al parecer, se atreve. Y para demostrar la idoneidad de la criatura ha ofrecido para conocimiento general su certificado de bautismo, ocurrido en la basílica de Santa María de Lekeitio el 21 de febrero de 1999, unos tres meses después de nacer en Bad Soden, un pueblecito del estado federado de Hesse (Alemania), y del que da fe y pone firma el párroco Kepa Mirena Agirre Zelaia.

Es decir, con esta prueba, sus antecedentes familiares y su amor a la causa ¿acaso no está Bibiana lo suficientemente cristianizada para formar parte de La Comunidad?

El certificado bautismal propalado por Aitor Elizegi me ha recordado en cierto modo a los judeoconversos en la época de los Reyes Católicos, que tuvieron que abrazar la doctrina católica so pena de expulsión, o los famosos estatutos sobre la limpieza de sangre. Vigilante estaba la Santa Inquisición, por si el judío se pasaba de listillo y le pillaban con las manos puestas en la Torá.

De súbito ha reaparecido de su letargo la plataforma de socios Athletic Eup para poner el grito en el cielo contra la muchacha, pues bajo su perspectiva filosófica y utilizando la terminología al uso en 1492 Bibiana es una marrana (es decir, que aunque esté bautizada le falta pedigrí y autenticidad). O en su defecto pueden alegar que estamos en un Estado aconfesional; en consecuencia sobra la partida de nacimiento y debe ser expulsada.