áfrica está a punto de tener su propio mercado común. Un espacio económico continental enorme, de 1.200 millones de habitantes, 84.000 km de fronteras eliminadas y con una dinámica financiera impresionante (2,5 billones de dólares), se ha creado en el Continente Negro para sacarlo de su atraso.

Este propósito de la Unión Africana, constituido oficialmente el pasado 28 de abril (gracias a la 22ª ratificación del tratado constitucional) cómo espacio de libre comercio, es lógico e imprescindible para que todo el continente ingrese en el “primer mundo” económico.

Pero si es lógico e imprescindible, también parece ser poco menos que imposible. Las endémicas disidencias, envidias y miedos que han marcado desde siempre la historia de esa parte del mundo parecen haber sentenciado ya a muerte la iniciativa nada más nacida? en los despachos.

Porque hoy por hoy todo este teórico tinglado -teórico, porque ni siquiera han ratificado el tratado todos los países que lo firmaron; hasta ahora solo lo han hecho 23 de los 52 signatarios- muestra enormes posibilidades sobre el papel y muestra en la práctica dificultades aún infinitamente mayores para llegar a ser una realidad.

Así, ese mercado común africano es dos veces mayor que la Unión Europea (UE), pero su volumen de negocios no es ni la séptima parte del de la UE. Y si estos datos incomodan, una mirada a la conducta comercial africana alarma. El tráfico comercial interafricano no pasa del 17% del volumen total del comercio de ese Continente, con una concentración apabullante al sur del Sáhara: el 50% del volumen comercial de la zona lo acapara el tráfico de cinco naciones entre sí: África del Sur, Botsuana, Lesoto, Namibia y Suazilandia. En Asia, los intercambios dentro del Continente son del 50% y en Europa Occidental superan el 70%.

Naturalmente, las trabas a este magno proyecto no son exclusivamente políticas. Probablemente se ha corrido demasiado con la imaginación? a pesar de que la primera piedra de ese futuro mercado común africano se puso en 1991 con el tratado de Abuja. Las diferencias económicas, culturales y estructurales entre las naciones africanas son enormes; demasiado grandes para ir a galope.

Y la debilidad financiera de muchas de ellas las espanta ante la perspectiva de una competencia feroz con las más desarrolladas? sin olvidar que para las más atrasadas, los gravámenes aduaneros constituyen hoy por hoy una importante fuente de ingresos.

El ejemplo más claro de estos miedos lo da justamente Nigeria, con el mayor volumen económico del Continente gracias a sus 190.000.000 de habitantes, que remolonea a la hora de ratificar los acuerdos de Abuja porque teme que la industria mucho más avanzada de África del Sur arrase su incipiente industrialización si las barreras aduaneras desaparecieran de un día para otro.