RABAJAN con esa materia prima como el bien más preciado: la respuesta correcta. No por nada les hablo de la Universidad de Deusto, donde una buena nota se valora, qué sé yo, como el azafrán o una veta de titanio, algo muy valioso. Es por ello que sabían bien qué hacer y cómo. A ello hay que añadir el don de los jesuitas, siempre al eco de la calle, siempre atentos. No en vano, merodea por ahí una anécdota de cuya verecidad no tengo prueba alguna pero que explica, bien a las claras, la habilidad de la Compañía. Se cuenta que un Papa -donde escuché el suceso no acalaraban quién... - prohibió fumar a los clérigos. Para algunos de ellos fue un transtorno. Y así, poco a poco fueron acercándose al Papa sucesivas órdenes religiosas, pidiéndole bula. No daba su brazo a torcer hasta que entró un jesuita y salió del despacho papal fumando. Como es de suponer se arremolinaron a su alrededor. ¿Cómo lo has logrado, qué le has dicho?, le preguntaban. Y el buen hombre les reveló la verdad. "¿Qué habéis preguntado?", les preguntó. Que si podíamos fumar cuando estábamos en la huerta, cuando paseábamos, cuando hacíamos tal o cual, les dijeron. "¡Ah, no! Esa no es la pregunta. Yo he preguntado si podía ir a la huerta o a pasear mientras fumaba.

La respuesta correcta, les decía. La decisión de la Universidad de Deusto de ofrecer a 57 jóvenes de Ucrania la posibilidad de seguir con sus estudios es la reacción más sensata y humana a una de las preguntas más aroces de la guerra: ¿cómo seguir con la vida en las tierras de la muerte? La Universidad impartirá gratis un programa especial para refugiados, para hombres y mujeres que pusieron pies en polvorosa cuando comenzó la primera lluvia de bombras. Es un gesto de solidaridad humana, una apuesta por la vida cuando parecían condenados a vivir entra tinieblas. Es un detalle inolvidable.