OY es el día señalado, el día de los Santos Inocentes. Se trata de la conmemoración de un episodio hagiográfico del cristianismo: la matanza de los niños menores de 2 años nacidos en Belén, ordenada por el rey Herodes I el Grande con el fin de deshacerse del recién nacido, Jesús de Nazaret. Varios siglos después, nada de aquello tiene su peso y la onomástica se celebra con el espolvoreo de un sinfín de bromas en los medios de comunicación o, mirado en la intimidad, una burla, chanza o zumba entre la familia, las amistades o los grupos de trabajo. Es la diferencia que va desde la primera acepción de la RAE (Inocencia: estado del alma limpia de culpa) a la tercera acepción (Inocencia: candor, sencillez).

Viene al caso la fecha para explicar el sentimiento de la hostelería y la hotelería, que aún se preguntan si podrán o no organizar encuentros para la despedida del año a cuatro días de la fecha señalada para la mudanza. "Es una broma barata", comentaba ayer mismo uno de ellos, sin que sea necesario señalarle con nombre y apellidos. Es cierto que resulta insólito no saber aún hasta dónde y hasta cuándo podrán explayarse pero también suena extraño que se planteen escenarios muy distintos con la que está cayendo. Al fin y al cabo, diga lo que diga la ley, la prudencia será la mejor de las medidas. Eso es lo que dice el evangelio del sentido común en el nuevo testamento de nuestras vidas, una guía propia de los tiempos del cólera como los presentes.

Hoy se reúne eso que llaman, los malaleches, el Santo Oficio del LABI y determinará las posibilidades y las restricciones, todo en defensa de un control, lo más ajustado posible, de la pandemia, una broma cara. Es de esperar que haya alivio para todo el mundo y que a nadie se le dé todo lo que pida. Si esto ocurre será una decisión salomónica. Buena.