OMO quiera que no podremos ajustar cuentas con el covid -los estragos que hizo y aún hace son irreparables...- bueno será que se ajusten las medidas. Aparecen hoy en escena ante nuestros ojos dos pasos en esa dirección: la imposibilidad de comer palomitas en el cine, una costumbre que lleva camino de convertirse en rareza y la noticia de que, en lo que va de curso escolar, hay ocho clases clausuradas, cifra que contrasta escandalosa y maravillosamente con el centenar de ellas cerradas el pasado año, cuando el suspenso era la menor de las preocupaciones. Ya ven, dos noticias que, como las velas de un navío, se despliegan según soplen los vientos.

Da un nosequé de gustirrinín oír hablar de estos asuntos después de lo vivido. Es una idea que comparte, como habrán oído, Fito Cabrales, el cabeza de cartel de los Fitipaldis. Ahora que las redes sociales han espolvoreado por nuestros corazones el vídeo del hermoso de gesto de ponerse a cantar, junto a un músico callejero, su célebre Soldadito marinero a ras de acera, arrodillándose al acabar, nos llega otro ajuste que le concierne: el anuncio de un concierto suyo en San Mamés el próximo mes de junio. "Resultaba increíble tener una gira en el futuro más inmediato, pero hubiera sido una gira más. Con este concierto en San Mamés no será una gira más", ha dicho Fito. Claro que no. Por supuesto que no. Su concierto, con precios populares, se vivirá como cataplasma que alivie los dolores y estrecheces del alma, también dañada en estos largos meses de oscuridad. Es todo un gesto. Como el de ese aficionado joven del Athletic que vivió en Anoeta toda una tormenta de celebraciones txuriurdin rodeado e impasible, como si fuese Clint Eastwood frente a los malos, para acabar celebrando el gol postrero en la gloria.